Milei y el fin de todos y todas
En este casi cuarto del siglo XXI la conciencia de los argentinos ha sido
atacada por una estupidez grandilocuente: el lenguaje inclusivo. Y así, hemos
tenido que soportar día tras día que la dirigencia política, sindical y
eclesiástica nos hable de todos y todas, de albiñiles y albañilas, de
trabajadores y trabajadoras, como si el término trabajadores no involucrara
también a las trabajadoras.
Milei en su primer discurso habló a “todos los argentinos” y dejó de lado el
remanido y reiterado “todos y todas”.
Se que esto no es nada respecto de los gravísimos problemas económicos y
sociales que tenemos, pero al menos alguien con poder reordena la forma en
que nos hablan desde el Estado.
El cúmulo de incomprensiones y los miles de horas que han perdido nuestros
chicos y jóvenes en miles de reuniones ad hoc. Escuelas que dejaron de
dictar clases para perder el tiempo con semejante estupidez. Gente de países
hermanados por la lengua nos han preguntado muchas veces ¿que les pasa
a los argentinos con el castellano?
Es sabido que Milei encarna la quinta esencia del liberalismo con sus ideales
de: Estado mínimo, propiedad privada irrestricta y comercio libre, pero si tiene
un enemigo este es el progresismo en todas sus manifestaciones. Así en
política va contra la socialdemocracia y su disolvente visión del hombre, el
mundo y sus problemas; en religión contra el Papa progresista que tiene un
obispos preso en Nicaragua y no dice ni pío. Menos aún ante el bombardeo
de la iglesia católica de Gaza y su escuela. En medicina contra el aborto, en
economía contra los empresarios colgados de la teta del Estado que
socializan las pérdidas cargándoselas al Estado y privatizan las ganancias,
que cuando las hay se las quedan ellos.
Milei no tiene gobernadores, no tiene intendentes, casi no tiene senadores y
pocos diputados, solo tiene su voluntad de poder. De modo tal que la única
posibilidad que tiene es ser un déspota ilustrado, que es la figura que Alexis
de Tocqueville en la Democracia en América recomendó como mejor
gobierno para la repúblicas españolas de América.
Olvidémonos de hablar de la religión laica de la democracia, pues de ésta
solo tiene el principio de legalidad con el casi 56% de los votos. La
legitimidad la tendrá que lograr con el ejercicio del poder
Alberto Buela
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