90 años de la fundación de Falange Española ¿Es recuperable el nacionalsindicalismo hoy?

 

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Hace 90 años…

Este año se cumplen 90 años del que se ha considerado el acto fundacional de Falange Española celebrado el 29 de octubre de 1933 en el Teatro de la Comedia de Madrid, en el que tomaron la palabra José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y Alfonso García Valdecasas, aunque en realidad aquel acto público no fue la fundación de la Falange, que se legalizaría un mes después sino la presentación pública de José Antonio cuando se lanza a la arena política.

Pero es preciso señalar, que en ese momento, ya existía desde hacía dos años antes, es decir, desde 1931, las JONS que habían fundado Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega, cuya ideología fue definida por primera vez por Ramiro Ledesma como nacional-sindicalismo, ideología que estaba basada en un hondo sentimiento nacional y revolucionario, con un especial acento en las ideas de Patria y justicia social, de inspiración fascista y a la vez anarcosindicalista (como lo era la bandera roja y negra), adaptada a las particularidades de la España de la época, partiendo del sorelismo, y de carácter anticapitalista y antiparlamentario y contrario a los partidos políticos, defensor de un Estado totalitario, que destacaba por su patriotismo de tipo obrerista contemplando la vía revolucionaria para alcanzar sus objetivos políticos. El sindicalismo revolucionario basado en el pensamiento de Georges Sorel nació como línea rupturista con el socialismo en forma de partido político, que por entonces era un socialismo democrático, pactista y parlamentarista, frente al que apostaba por una voluntad de estructuración propia en base al sindicato, verdadera organización obrera revolucionaria y único cuerpo orgánico capaz de encauzar los cambios sociales necesarios de los trabajadores. Por tanto, era anti-racionalista, y rechazaba las teorías marxistas del materialismo histórico, el materialismo dialéctico y el internacionalismo. Fuertemente influido por el voluntarismo de Nietzsche, las tácticas de Gustave Le Bon y el anticartesianismo de Bergson, sirvió de base esencial e ideológica para el nacionalsindicalismo de Ramiro Ledesma Ramos en 1931 o anteriormente el sorelismo protofascista italiano en 1919.

Así la primera tarea del Nacional-Sindicalismo en España fue la de enlazar esos dos ingredientes sueltos: lo nacional y lo social, la patria y el trabajo.

Ramiro Ledesma definió el fascismo como la dimensión esencial de una época. Así, en un libro que escribió el año que se separó de la Falange, en 1935, tras la fusión de JONS con FE en 1934, dejó escrito Ramiro Ledesma: “¿Qué significa, en resumen, ser fascista? ¿Qué características ofrece esta actitud moral, política, económica, que en el mundo entero se califica hoy de actitud fascista? ¿Qué aspiraciones y qué propósitos tienen esos movimientos que el mundo conoce y señala como movimientos fascistas?

Parece que esas preguntas pueden hoy ser contestadas sin necesidad de dirigirse exclusivamente hacia Italia y hacia Mussolini, sino captando una dimensión esencial de nuestra época, y de la que, en realidad, es ya consecuencia y producto el fascismo italiano mismo” Ramiro Ledesma en “¿Fascismo en España?”, 1935.

Pues bien, dentro de esa dimensión esencial de aquella época es donde hay que situar también la fundación de Falange Española, cuyas siglas, F.E., procedían de un grupo anterior llamado Fascismo Español, que a su vez venía de una iniciativa frustrada que había sido el semanario “El Fascio”, cuyo único número en marzo de 1933 fue secuestrado por las autoridades gubernamentales, pero que sirvió para reunir voluntades alrededor de dicha causa.

Para Felipe Ximénez de Sandoval, el preludio del Movimiento Español Sindicalista-Fascismo Español «es la etapa más intensa en la gestación de la Falange, que aún no ha nacido y aún no tiene nombre».

Una semana antes del famoso discurso del 29 de octubre de 1933 en el teatro de la Comedia de Madrid, José Antonio publicó en el diario “La Nación” un artículo con el siguiente título «Al volver, ¿moda extranjera el fascismo?», en donde dejó escrito: «El fascismo no es sólo un movimiento italiano: es un total universal sentido de la vida. Italia fue la primera en aplicarlo… Lo que hay de universal en el fascismo es la revitalización de los pueblos todos; esa actitud de excavación enérgica en sus propias entrañas. Con espíritu fascista los italianos han encontrado a Italia. Los españoles, con el mismo espíritu, encontraremos a España. El fascismo es como una inyección que tuviera la virtud de resucitar: la inyección podría ser la misma para todos, pero cada cual resucitaría como fue» (“La Nación”, 20-10-33).

El ya mencionado acto público del Teatro de la Comedia en Madrid, considerado como fundacional de Falange Española, tuvo lugar el domingo 29 de octubre de 1933, fecha que se celebraba también la efeméride del 11 aniversario de la «Marcha sobre Roma», apertura del fascismo al mundo. El acto fue considerado por el principal diario fascista italiano—“II Popolo d’Italia”—, como «il primo comizio di propaganda del movimento fascista spagnolo» (“Il Popolo d ‘Italia”, 31-10-33).

Y así, el día 29 de octubre de 1933, efemérides en la que el fascismo italiano rememora el 11 aniversario de la Marcha sobre Roma, que elevó al poder a Mussolini, para el fascismo español es también una fecha histórica. Después de los prolegómenos del semanario “El Fascio” y de los cimientos sólidos del M.E.S. o Movimiento Español Sindicalista (Fascismo Español), que rubricaba con las iniciales “F.E.” sus manifestaciones públicas y tras la visita de José Antonio a Benito Mussolini, unos días antes del conocido como «mitin fundacional», tuvo lugar, una mañana de domingo otoñal (90 años después, este 29 de octubre vuelve a ser domingo),  en el Teatro de la Comedia de Madrid, la presentación pública, enarbolando una bandera simbólica que se izó aquella jornada. Según la documentación italiana, José Antonio justificó su viaje a Roma, ante las autoridades fascistas, por el propósito de «obtener material informativo sobre el fascismo italiano y sobre las realizaciones del régimen», así como consejos para la organización de un «movimiento análogo en España». A tal fin, José Antonio se entrevistó con el Vicesecretario del Partido Nacional Fascista, Arturo Marpicati (1891-1961), y visitó varias sedes de las organizaciones fascistas italianas. Por entonces, el Secretario del PNF era Achille Starace (1889-1945). Pero no había sido ésta la primera vez que José Antonio había estado con Mussolini. Le conoció antes, al poco tiempo de asumir el poder en España su padre, Don Miguel Primo de Rivera, como Jefe del Directorio Militar, en 1923; más tarde, cuando visitó Roma con un grupo de estudiantes de la Universidad de Madrid, en 1926, compañeros suyos de promoción de la Facultad de Derecho, fue recibido también por el Duce, aunque esta entrevista puede enmarcarse dentro de las recepciones protocolarias de un Jefe de Estado. Pilar Primo de Rivera, la hermana y futura Delegada Nacional de la Sección Femenina de la Falange, en su libro de memorias “Recuerdos de una vida”, escribe que José Antonio sentía gran admiración por Mussolini: «todos sentíamos admiración por Mussolini y José Antonio fue el primero en manifestar».

En su libro “Semblanza de José Antonio joven”, su amigo Ramón Serrano Suñer escribe lo siguiente: «José Antonio admiraba mucho a Mussolini, pero al regresar de su viaje a la Italia fascista, comentó: ‘Me hubiera gustado pulsar el humor de otra gente elevada en los planos del pensamiento, de la cultura y de la conducta, para saber cómo juzgaban el sistema».

Parece, por tanto, bien claro, cuales eran las intenciones de José Antonio al fundar la Falange. Bernd Nellessen, en su obra “La rivoluzione proibita” (ascesa e tramonto della Falange. Volpe Editore. Roma 1965), se fija en dos detalles en torno al acto «fundacional». En primer lugar, no le pasa desapercibida la visita de José Antonio a Mussolini, el 19 de octubre, diez días antes del evento en el Teatro de la Comedia, que interpreta como que «con esta audiencia subrayaba su indudable adhesión al fascismo». En relación a la fecha elegida comenta: «De la misma manera que no podemos considerar fruto del azar la coincidencia del aniversario del fallecimiento del General Primo de Rivera con la fecha de la publicación de ‘El Fascio’, tampoco podemos considerar casual la elección de la fecha fundacional de la Falange: el 28 de Octubre se había efectuado la Marcha sobre Roma». Para el “Volkischer Beobachter” del 17 de noviembre de 1933, el órgano del Partido Nacionalsocialista en Alemania, la fundación de Falange marcó la entrada del «movimiento fascista en la vida pública de España». También el antiguo órgano del católico Centro, “Germania”, dio parte de la fundación de un «nuevo partido fascista en España», en su edición del 14 de noviembre de 1933. Es decir, no hay la menor duda de que el fascismo estaba en la concepción y gestación de Falange Española.

Los discursos del Teatro de la Comedia, del domingo 29 de octubre de 1933, fueron el anuncio de un nuevo movimiento político que se venía consolidando entre las huestes del Movimiento Español Sindicalista, capitaneadas por José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda, que se presentaban al público en sus pasquines de propaganda volandera como «Fascismo Español» y un grupo minoritario disidente del partido Frente Español, surgido en 1932, a cuya cabeza figuraba Alfonso García Valdecasas. Los tres exponentes personales más representativos fueron, precisamente, los heraldos del mitin del Teatro de la Comedia, considerado como fundacional. El día 6 de noviembre, Julio Ruiz de Alda presentaba en el registro de la Dirección General de Seguridad los Estatutos y el Acta constituyente del nuevo partido, Falange Española, que se ajustaba a la Ley de Asociaciones vigente desde el siglo XIX.

Como recuerda Eliseo Garcia del Moral: «El Frente Español tenía una organización legal, pero carecía de medios de lucha; en cambio F.E. (Fascismo Español) tenía cierta masa y medios de lucha, pero carecía de organización legal. Coincidían las iniciales, por lo que la propaganda ya efectuada de un grupo podía aprovecharse por el otro. Entonces se convino en un cambio de mandos, constituyéndose al frente de la nueva agrupación un triunvirato formado por José Antonio, Ruiz de Alda y García Valdecasas».

Para Ramiro Ledesma Ramos, al tratar de definir los rasgos de la nueva organización política Falange Española, la define como un movimiento de inspiración «descaradamente fascista, es decir, como la organización que se proponía sin más, conseguir en España una victoria análoga a las de Italia y Alemania», recordándonos que «las primeras adhesiones que en número considerable llegaron a Falange, no lo eran a ésta como tal, sino que eran adhesiones al fascismo, que en aquel año, 1933, interesaba en España a grandes zonas de opinión». Falange Española incorporaba «las ideas, el ritual y el marchamo fascista» Ramiro Ledesma, “¿Fascismo en España?”.

José Antonio, como director y propietario de la cabecera del semanario “F.E.”, un semanario inequívocamente fascista, desde el primer número de su edición (7-12-33) patrocinó la difusión del libro “La Nueva Catolicidad”, de Ernesto Giménez Caballero. En la página 4 del primer número del semanario “F.E.”, aparece transcrito el párrafo final del libro de Giménez Caballero, añadiendo de cosecha propia: «Una excelente guía sobre el fascismo en Europa y en España». José Antonio, director y propietario del primer periódico de la Falange, el semanario “F.E.”, encargó redactar los editoriales de la publicación al ideólogo falangista Rafael Sánchez Mazas.

De este semanario salieron 15 números, y en el último número, el núm. 15, con fecha del 19/07/1934, se reproduce integro el prólogo, escrito por José Antonio Primo de Rivera, para la traducción española del libro de Mussolini “El Fascismo” (Madrid, 1934). El título es escueto, lapidario, y cesáreo: «Mussolini». Esto era debido a que anteriormente,  el día 15 de abril de 1934 se publicaba en España, por la tradicional librería madrileña San Martín, que tenía su establecimiento en la Puerta del Sol, 6, la primera edición del libro de Benito Mussolini “El Fascismo, su doctrina, fundamentos y normas legislativas en el orden sindical corporativo, económico y político”, con un prólogo de José Antonio Primo de Rivera y un epílogo de Julio Ruiz de Alda, dos de los triunviros de Falange Española de las J.O.N.S., tras la fusión de FE y  JONS en marzo de 1934. El semanario “F.E.” había dejado de salir desde agosto de 1934, cuando su último número publicado fue retirado de la circulación por la policía, sin que fuera ya posible levantar la pesada losa de la suspensión gubernativa.

La Norma Programática de la Falange está contenida de forma breve y sucinta en los 27 puntos que son el eje cardinal de su ideología y aspiraciones. Fue redactada tras el I Consejo Nacional, celebrado en Madrid los días 6 y 7 de octubre de 1934. Era necesario articular, clara y nítidamente, los principios doctrinales, las bases esenciales del ideario falangista. Fue José Antonio quien tomó la responsabilidad de la última lectura y revisión del texto definitivo, que se terminó de pulir en el mes de noviembre de 1934. Hasta entonces, la vertebración ideológica y el pensamiento esquemático habían sido los puntos iniciales que se publicaron en el semanario “F.E.”, debidos a la pluma de José Antonio, y que, posteriormente, se editaron en un folleto de pequeño tamaño difundido ampliamente por los círculos, núcleos y escuadras falangistas por toda España. Era un breviario donde se contenían básicamente.

Por otro lado, conviene recordar que, desde los años 60, los historiadores ya habían examinado los archivos del Ministerio de Cultura Popular y del Ministerio de Exteriores italianos, y ya se conocía que existieron relaciones estrechas y contactos entre la “Internacional fascista”, los Comités de Acción para la Universalidad de Roma (CAUR), y José Antonio. Dicha organización era un intento de la Italia fascista de influir en movimientos similares de otros países inspirados por el fascismo italiano. En Madrid se constituyó una sección nacional de los CAUR de mano de Ernesto Giménez Caballero, evidentemente con el conocimiento y el consentimiento de José Antonio. Amigo personal de Eugenio Coselschi (1888-1969), impulsor de los CAUR. Eugenio Coselschi fue promotor del Centro Editoriale Nuova Europa, que propagaba el “universalismo fascista”, y de los Comités de Acción para la Universalidad de Roma (CAUR), en 1933, creación que fue apoyada por numerosos jerarcas e intelectuales fascistas y finalmente apoyado por el Duce. “Casualmente” los CAUR se crearon el mismo año que se fundó la Falange, en 1933. Pero en política nada sucede por casualidad sino por causalidad. Recordemos también que la Internacional fascista celebró dos congresos, concretamente, el Congreso de Montreux, en Suiza, que tuvo lugar los días 16 y 17 de diciembre de 1934, organizado por los CAUR con la presencia de varias organizaciones fascistas europeas,  donde se pretendía unificar las posturas de grupos fascistas, o afines al fascismo italiano, de tal forma que se lograse una unidad ideológica nacionalista. A este congreso asistió Ernesto Giménez Caballero. Un segundo y último congreso se celebró en Montreux, en abril de 1935. José Antonio asistió a este segundo congreso y allí tomó la palabra donde hizo una breve aparición en esta conferencia, con la oportunidad de expresar simpatías con el movimiento. Esta intervención se encuentra ya recogida en las Obras Completas de José Antonio.

Las pretensiones de un «fascismo universal» no pudo sobrevivir a las diferencias entre sus integrantes, y no tuvo éxito la presentación de una definición de común acuerdo en cuanto a lo que el «fascismo» era, y tampoco tuvo éxito en unir a los partidos fascistas más importantes en un movimiento internacional.

Al semanario “F.E.” le sucedió el semanario “Arriba”, cuyo primer número apareció el 21 de marzo de 1935.

Cualquier análisis objetivo a la ideología política del falangismo debe tener presente que el propio desenvolvimiento político de la doctrina falangista no estaba definido en el momento en que se desencadenó la guerra civil española. Prueba de esto fue la escisión, un año antes de estallar el conflicto, en enero de 1935, del fundador de las JONS y del nacionalsindicalismo, Ramiro Ledesma Ramos, al enfrentarse abiertamente con José Antonio. Ledesma Ramos consideraba entonces que José Antonio era demasiado moderado y no estaba dispuesto a adelantarse a una posible revolución bolchevique que José Antonio consideraba inminente y que tendría que ser evitada mediante una revolución nacional sindicalista.

Respecto al último José Antonio, entre agosto y septiembre de 1936, en su encierro en la prisión de Alicante, José Antonio abordó la elaboración de tres ensayos de los que solamente uno, “Germanos contra bereberes, 15 siglos de historia de España”, fue concluido. Los otros dos, el “Cuaderno de notas de un estudiante europeo”, y “Aristocracia y aristofobia”, solamente quedan apuntes y notas significativas. La lectura de estos documentos es imprescindible para establecer cuál era el pensamiento del “último José Antonio” y por dónde discurrían sus preocupaciones intelectuales y sus últimas meditaciones y reflexiones. Vale la pena leer su ensayo “Germanos contra bereberes”, en el que José Antonio trata de hacer una interpretación de la historia en clave racial centrándose en el proceso de la reconquista. Así, por ejemplo, en el mismo, distingue entre “moros” y “árabes”, y destaca que la mayor parte de los invasores fueron berberiscos del norte de África, es decir, bereberes, y no árabes. El último párrafo de ese ensayo escrito el 13 de agosto de 1936 en la prisión de Alicante, es profético, más incluso de lo que su autor podía intuir cuando lo escribió: “Acaso España se parta en pedazos, desde una frontera que dibuje, dentro de la península, el verdadero límite de África. Acaso toda España se africanice. Lo indudable es que, para mucho tiempo, España dejará de contar en Europa”

Las últimas frases de dicho ensayo definen claramente el lado del que se sitúa su autor, José Antonio, mediante una pregunta retórica: José Antonio se considera heredero de la España germánica (“los que por solidaridad de cultura y aún por misteriosa voz de sangre nos sentimos ligados al destino europeo”), por tanto, partícipe de la España derrotada, no de la España “bereber” vencedora. Y se plantea: “¿Podremos transmutar nuestro patriotismo de estirpe, que ama a esta tierra porque nuestros antepasados la ganaron para darle forma, en un patriotismo telúrico, que ame a esta tierra por ser ella, a pesar de que en su anchura haya enmudecido hasta el último eco de nuestro destino familiar?”. El hecho de plantear la pregunta ya implica haberla contestado de manera negativa.

Lo que importa de este ensayo de José Antonio, no es tanto el que sea acertado en lo que dice, puesto que los bereberes son un tipo humano que nada tiene que ver con el tipo afro-árabe, como el hecho de que “el último José Antonio” pretendiera con ese ensayo hacer una interpretación de la historia de España en clave racialista, algo totalmente novedoso en la breve pero intensa trayectoria de José Antonio, que hasta entonces había hecho un seguidismo evidente del fascismo italiano, “a la española”. Pero es precisamente a partir de ese año, de 1936, cuando el fascismo italiano inició un acercamiento a la Alemania nacional socialista. En ese sentido, no es descabellado entrever también una evolución de José Antonio para acercarse a la Alemania nacionalsocialista. Eso no significa que José Antonio se hiciera “nazi” ni racista, que no lo era, sino que en ese momento iniciara, al igual que lo estaba haciendo el régimen fascista italiano, un acercamiento a la Alemania nacional socialista. De hecho, los CAUR, la “Internacional fascista” con sede en Roma, a la que pertenecía José Antonio desde 1934, dejó de existir por entonces. Era un hecho evidente en el año de los Juegos Olimpicos de Berlin de 1936, que la Alemania nacional socialista era el nuevo actor decisivo en el ámbito internacional.

José Antonio veía con desconfianza la conspiración que se estaba preparando en 1936 para derrumbar la República y que culminaría con la rebelión del 18 de julio de 1936. Así y todo, esto no impide que José Antonio fuera juzgado por responsabilidades en la rebelión militar, siendo condenado a muerte y fusilado en la prisión de Alicante el 20 de noviembre de 1936.

Frente al peligro inminente de una dictadura marxista, lo que José Antonio consideraba irremediable y denominaba “la invasión de los bárbaros”, y ante la persecución que sufrían los falangistas por parte del gobierno del Frente Popular, los falangistas optaron por luchar al lado de los sublevados contra dicho gobierno.

90 años después, qué queda… Y qué hacer…

Bien, todo eso es historia, y ya la conocemos. La pregunta hoy es qué queda de todo eso 90 años después. Y la respuesta a esta pregunta es que poco o muy poco porque si el fascismo fue la dimensión esencial de aquella época, también lo fue para el fascismo español que representaba Falange Española, ya que, como se ha señalado, Falange tuvo como predecesor al fascismo, y negar esto es absurdo, pero hoy estamos en otra época. Lo cierto es que al matar a José Antonio y al resto de los fundadores, moría también la Falange porque José Antonio había creado la Falange a su imagen y semejanza. José Antonio era la Falange y la Falange era José Antonio. El fusilamiento de Ramiro Ledesma Ramos un 29 de octubre de 1936 ponía fin al fundador del nacionalsindicalismo. No obstante, se mantuvo la organización FE de las JONS hasta que el decreto de unificación de abril de 1937 y la condena a cadena perpetua al II Jefe nacional, Manuel Hedilla (1902-1970), terminaba con la Falange como organización independiente. A partir de ahí, muchos consideran que la Falange Española de las JONS, simplemente desapareció, pues la FET, la Falange de Franco ya era otra cosa distinta a lo que había sido la Falange de José Antonio, y aún así los falangistas que siguieron en la nueva Falange, la FET, jugaron su baza que también terminó en 1945 con la derrota del Eje, formando el falangismo parte de las que se podrían considerar como ideologías derrotadas en 1945. Guste o no esto es un hecho objetivo indiscutible.

Recordemos que Manuel Hedilla, II Jefe nacional de FE de las JONS, no se opuso al Decreto de Unificación de abril de 1937 ordenado por Franco sino que no aceptó quedar relegado a un cargo de jefe de la Junta política de la nueva organización, la FET, lo que le supuso una condena a muerte, que le fue conmutada por la de cadena perpetua.  Estuvo solo 235 dias al frente de Falange, y pasó ser el Jefe nacional a convertirse en un proscrito en 48 horas. Hoy en día es un personaje desconocido e ignorado. Cincuenta años después de su muerte merece ser rescatado del olvido y resarcir la injusticia que se cometió contra él. Fue detenido el 25 de abril de 1937  —junto a otros 600 falangistas— bajo la acusación de haber conspirado contra Franco, lo cual no fue cierto, y no salió de la cárcel hasta el 18 de julio de 1941. Pasó sus primeros cuatro años de condena desterrado en la cárcel provincial de las Palmas de Gran Canarias. Tras ser liberado de la prisión, fue confinado en Mallorca hasta que en 1947 recobró la plena libertad. Es decir, se pasó diez años en la cárcel en unas condiciones muy duras, que mermaron su salud. Hedilla encontró, sin embargo, el apoyo del embajador de Alemania en España, Wilhelm Faupel, cuyos agentes establecieron contactos con los hedillistas. Pero no deja de ser curioso el que algunos falangistas defiendan a Franco aún hoy pese a lo que acabamos de decir.

Tras la muerte de Franco, se recuperó el nombre original y las siglas del partido con su III Jefe nacional, Raimundo Fernandez Cuesta, y desde ese momento, FE de las JONS quedaba refundada con Raimundo Fernandez Cuesta al frente de la Falange hasta el año 1982. Pero Raimundo Fernández Cuesta, a diferencia de Manuel Hedilla, representaba la Falange domesticada por Franco, de ahí que hubiera durante todos estos años varias Falanges y que a día de hoy no se haya llegado aún a la unidad falangista.

Hoy siguen existiendo algunas organizaciones, muy pocas ya, que mantienen el nombre Falange, pero que han quedado en el testimonialismo, algo muy loable, pero eso ya no es política. Para dar testimonio de una ideología puede servir una fundación, pero un partido político está para hacer política.  El nacionalsindicalismo es una ideología que, a diferencia de los otros fascismos, quedó apenas esbozada, y que no tuvo la oportunidad de gobernar ni un municipio, pero que, a pesar de los años transcurridos, permanece al igual que los demás fascismos, como una ideología que tendría cosas que decir hoy, si no se quedara solo en la nostalgia, en sus homenajes nostálgicos y necrológicos recordando un pasado que nunca más volverá, pero que si actualizara su programa, podría aportar soluciones a los problemas de la sociedad actual.

Recuperar el nacionalsindicalismo hoy pasa por tres necesidades doctrinales: Reflexionar, redefinir y reconstruir.  Y la reflexión que se ha de hacer en primer lugar es si se quiere optar por el testimonialismo o por la política. Si se elige la acción política eso implica no vivir en el pasado ni desconectado de la realidad. Por otro lado, el nacionalsindicalismo tiene que superar el lastre del humanismo, que además no procede del nacionalsindicalismo fundacional sino del nacionalcatolicismo tras la derrota del Eje en 1945. Es necesario además redefinir conceptos que nunca han estado bien definidos en el “mundo azul”, como son los de Patria y Estado, por ejemplo. Así, un tema polémico es que la Falange defendía en el punto 6 de su Norma programática (1934), un Estado totalitario. Pero el término totalitario, no se entendía entonces como se entiende ahora. En aquel momento, totalitario hacía referencia a la cosmología, es decir, abarcar todos los aspectos del mundo. No significaba una dictadura, que es como se entiende ahora.

Es necesario también reconstruir un análisis sindicalista de la política económica que sea una alternativa viable al capitalismo global del siglo XXI. Habría que señalar las desviaciones del nacionalsindicalismo que ha habido desde 1936 hasta hoy, que han sido unas cuantas, y todo eso pasa por hacer una revisión doctrinal, y entender que el enemigo hoy no es el mismo de 1936 cuando José Antonio hablaba de la “invasión de los bárbaros” sino que hoy el enemigo principal es el Occidente realmente existente, frente al que solo queda apostar por una geopolítica para un mundo multipolar frente al mundo de la hegemonía unipolar que representa el capitalismo global. Todo ello supone un ejercicio de sistematización para centrar las cuestiones, focalizarlas y exponerlas con toda su crudeza, sin ambigüedades.  En definitiva, comenzar un proceso de reconstrucción doctrinal. Es eso o hacer de la Falange un museo para dar testimonio de lo que pudo haber sido y no fue. Ese es el camino fácil. El camino difícil es dar propuestas para una economía alternativa viable al capitalismo global del siglo XXI dada la necesidad de sustituir el sistema económico capitalista por otro más justo que elimine todas las injusticias sociales que ese sistema genera así como sus efectos desastrosos (desigualdades sociales, hambre, contaminación, etc.), más aún cuando el régimen de 1978 parece próximo al colapso, incapaz de proporcionar los elementos esenciales para una vida digna -trabajo, vivienda, sanidad, educación de calidad…- el régimen del 78 amenaza además la propia supervivencia de España. En este contexto de derrumbe, parece evidente la necesidad de realizar cambios profundos en las estructuras políticas y económicas mediante propuestas viables de reconstrucción nacional donde lo primero es el trabajo, y de ahí la necesidad de la regeneración del sindicalismo, también la necesidad de un plan de reindustrialización para España, una política de viviendas dignas e inembargables, dignificar la agricultura, volver a una defensa nacional al servicios de los intereses nacionales y no de intereses foráneos, hacer entender que más libertad es más cultura y más educación, ir hacia una justicia independiente, una juventud con valores y compromiso, valorar el medio ambiente como un patrimonio vital y nacional, una sanidad pública, social y de calidad, etc… Esas podrían ser algunas de las propuestas de un nacionalsindicalismo que mirara al futuro y no al pasado. Pero para eso la Falange tiene un problema, su nombre y sus símbolos no es ya que sean de otra época sino algo mucho peor, y es que están irremediablemente asociados al régimen de Franco, pues Franco hizo de la Falange el nombre de su partido único. Y así, un nombre que fue novedoso en los años 30 del siglo pasado, hoy representa todo lo contrario, un nombre y una simbología que ha quedado para siempre unida al franquismo, y eso le incapacita para hacer política hoy y para recuperar el nacionalsindicalismo. Todos los líderes revolucionarios del siglo pasado, y entre ellos José Antonio Primo de Rivera, enarbolaron un proyecto nuevo envuelto en una presentación nueva: ninguno de ellos quiso adherirse a símbolos del pasado aunque algunos de ellos tuvieran un significado histórico, como el yugo y las flechas, por ejemplo. Es decir, los símbolos fueron nuevos, pero nunca se consideraron salidos de la nada y sin referentes en el pasado. Eso sí, todos entendían que tenían un proyecto específico para el momento histórico y social que vivían, y todos quisieron hacer eso explícito creando para sus movimientos símbolos, nombres y lemas novedosos.

No obstante, Falange debería evitar una deriva a la derecha, y tratar de explicar sus principales temas en clave obrera para que su mensaje llegue a donde tiene que llegar, al pueblo, porque las ideas son cuestión de principio, pero la presentación de las ideas es cuestión de estrategia, y el principio fundamental de la estrategia es la adecuación de los medios a los fines. Esto es imprescindible para poder vencer tantos años de propaganda contra el patriotismo. Por eso, recuperar el nacionalsindicalismo hoy pasaría por presentar todos sus mensajes (unidad de España, defensa de la familia y de la natalidad, defensa de los valores espirituales, defensa de la moral del trabajo, etc) desde un punto de vista obrerista y anticapitalista, y no derechista. Solo así el nacionalsindicalismo sería un heredero legítimo de la lucha obrera en su idea de fusión de las luchas patriótica y obrera, siendo conscientes de que los trabajadores solo tenemos una oportunidad frente al capitalismo salvaje: que la Patria nos defienda. Y que los patriotas solo tenemos una oportunidad frente al capitalismo global: sublevar contra él a las clases trabajadoras. Esa sería la misión del nacionalsindicalismo hoy porque el futuro es de quien sabe pensar unidas ideas hasta entonces consideradas incompatibles, de hecho, así fue como nació el nacionalsindicalismo. Hoy la meta última de la lucha patriótica en España sería la defensa de la patria, de la justicia y de la civilización europea. El enemigo, es decir, el que pone en peligro lo que queremos defender, es el capitalismo global. Y la lucha patriótica contra el capitalismo es a vida o muerte: es o él o nosotros. El camino es, por tanto, sublevar a los perjudicados por el capitalismo global: las clases trabajadoras. Y la estrategia debe ir dirigida a incorporar a esas clases trabajadoras a la lucha. Esta es una lucha de clases que está moralmente justificada en este momento. En definitiva, o se quiere o no se quiere hacer política, pero si sí se quiere, hay que recordar que la política es el arte de lo posible, teniendo en cuenta a la vez que a veces son posibles cosas que a la mayoría parecen imposibles. Lo cierto es que ninguna política revolucionaria se ha hecho sin una ideología clara, y que la crisis del sistema llegará y se verá venir cuando llegue. Mientras tanto, no estaría mal hacer un documento ideológico para la sociedad actual aplicando una postura concreta de la filosofía política, el comunitarismo como opuesto al liberalismo, a la era de la globalización capitalista y entendiendo el comunitarismo en clave obrerista, patriótica e identitaria.  Además, un documento así, en este momento, sería más amplio que el nacionalsindicalismo. Lo importante en el momento actual es comprender que existe una posición ideológica patriótica, identitaria, socialista y anti-materialista. Hoy hace falta aportar ideas nuevas, y estrategias acordes con la realidad actual porque así es como han procedido todos los revolucionarios. Las estrategias se cambian las veces que sea necesario hasta encontrar la más adecuada en un momento dado, pero las ideas no se cambian ni se ceden a cambio de tácticas. Hacer política revolucionaria implica identificarse con el futuro de nuestro pueblo, pero mientras no se llegue a un momento de una crisis profunda del sistema, lo mejor sería afianzar la formación en las ideas. El fin debería ser implantar una cosmología, que incluye una ideología, valores, etc…, por tanto la estrategia debe ir a lograr implementar esa ideología y valores. Esa es la esencia, el fin es la cosmología, los valores inculcados en la gente.

Las ideas son cuestión de principio. La presentación de las ideas es cuestión de estrategia, que lo que pretende es cómo hacemos para que nuestro mensaje les llegue a quienes les tiene que llegar, es decir, a todo el pueblo. En todo caso, el nombre de Falange ha quedado para hacer testimonialismo porque está incapacitado para hacer política hoy por todo lo dicho anteriormente. Hacer política en el siglo XXI requiere necesariamente de otras formas, otro nombre, otra presentación, otro lenguaje, y en definitiva, otra estrategia, si se quiere que el mensaje – las ideas – llegue al pueblo. De hecho, algunos falangistas históricos como Manuel Hedilla, Narciso Perales o Patricio González de Canales esto ya lo vieron y lo intentaron allá por los años 60. Muchos años después lo que hoy vemos es una involución consecuencia de una derechización general de una ideología política que nació revolucionaria – el nacionalsindicalismo – y que hoy ha quedado tristemente relegada en algo testimonial, o en una extrema derecha clásica. Hay que asumir que el nacionalsindicalismo muere con Ramiro Ledesma, y la Falange muere con José Antonio. Todos los intentos posteriores de resucitarlos políticamente han fracasado. Quedan, por tanto, las ideas, pero unas ideas que necesitan actualizarse en gran medida, al siglo XXI, al menos las ideas políticas. Las ideas metapolíticas no envejecen con los años.

Eduardo Núñez

José Antonio Primo de Rivera.

 

 

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