El último José Antonio

 

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El 20 de noviembre, aniversario del fusilamiento de José Antonio en 1936, siempre es una ocasión oportuna para situar a una figura histórica que ha sido distorsionada y desdibujada ya desde entonces y hasta hoy. Y es que la propuesta ideológica de José Antonio no fue tan original como se ha dicho, por lo que se hace necesaria una revisión crítica de cuanto se ha publicado al respecto hasta ahora sobre este personaje histórico.

Lo que se ha dado en llamar “el último José Antonio” hace referencia al José Antonio de su último año de vida, es decir, el del año 1936. Algunos autores del sector político que podríamos llamar “azul” consideran que este último José Antonio de 1936 considera al fascismo entre las soluciones erróneas ya que, les guste o no, el nombre de José Antonio está inevitablemente unido al fascismo fundacional español. Y esto es lo que vamos a analizar a continuación para ver si eso es cierto. Pero es inevitable que previamente al “último José Antonio” recordemos algunos datos o hechos que a día de hoy son irrefutables respecto a si se puede considerar o no a José Antonio como un líder fascista, algo de lo que hoy se conocen muchas evidencias innegables.

La verdad es que queda bastante ridículo escuchar hoy a algunos de los falangistas actuales decir que José Antonio no quería un Estado totalitario, cuando en la Norma programática de la Falange, los famosos 27 puntos, cuya redacción fue revisada personalmente por José Antonio, podemos leer en el punto 6 que dice que «Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria». (el subrayado es nuestro).

Es evidente que si José Antonio, que dio el visto bueno a la redacción de estos 27 puntos, no fuera partidario de un Estado totalitario, no hubiera redactado de esa manera dicho punto referente al Estado, omitiendo del mismo la palabra “totalitario”.

Es sabido que José Antonio fue a visitar a Hitler a finales de abril de 1934. La iniciativa y el interés de este viaje a Alemania había partido de José Antonio, que llegó a Berlín el 30 de abril de 1934. Este viaje, que duró una semana, fue dado a conocer por el periodista español Antonio Bermúdez Cañete, que era el corresponsal en Berlín del periódico católico “El Debate”, que patrocinaba Ángel Herrera Oria, quien, por cierto, coincidió en el viaje a Berlín con José Antonio. De modo que fue Antonio Bermúdez Cañete el que desveló la noticia al público español, el cual había sido uno de los firmantes del Manifiesto Político de “La Conquista del Estado”, que dirigía Ramiro Ledesma Ramos en febrero de 1931.

En aquella visita José Antonio estuvo acompañado por el escritor y periodista Eugenio Montes, cronista del diario “ABC” en Berlín, que hablaba correctamente alemán, y también por el periodista César González Ruano. José Antonio se hospedó con sus amigos y acompañantes en la Pensión Latina de Berlín, donde solían alojarse los universitarios e intelectuales españoles, como su amigo y escritor Eugenio Montes o el periodista César González Ruano, que cursaban estudios superiores en Alemania, o como este último, César González Ruano, quien se desplazó a Berlín para estudiar el nuevo despertar de Alemania, escribiendo un famoso libro posteriormente, titulado “Seis meses con los nazis (Una revolución nacional)”, que fue financiado por la embajada alemana y divulgado y anunciado profusamente por José Antonio, como director del semanario “F.E.” en dicho semanario falangista. José Antonio dejó en el libro de visitas de la Pensión Latina de Berlín este recuerdo y testimonio de su puño y letra: «Con un recuerdo —agradecido a esta hospitalidad— para la España que acaso no existe físicamente, pero que existe en lo eterno como las verdades matemáticas y que volverá a proyectarse en la Historia. José Antonio Primo de Rivera. 6 mayo 1934».

De aquella Alemania que conoció José Antonio en la primavera de 1934, destacó la universidad de Heidelberg, que visitó en aquella ocasión, y que le impresionó por su alto nivel cultural y excelencia académica, y cuyo espíritu contrapuso a la universidad española y sus aulas “secas y tristes”, lo que a su regreso a España lo puso en evidencia con palabras de añoranza para la universidad alemana.

El encuentro de José Antonio con Hitler fue el 30 de abril de 1934, en el cual José Antonio fue presentado a Hitler por Arnold von Engelbrechten que hablaba español por su dilatada estancia en España desde 1922 como director de la firma Odeón, S.A., con sede en Barcelona, pero en dicho encuentro, José Antonio también se reunió con el ideólogo nacionalsocialista Alfred Rosenberg, lo cual es menos conocido. El escritor e intelectual tradicionalista ya fallecido Antonio Medrano comentó el contenido de aquella reunión de José Antonio con Alfred Rosenberg en la revista “Totalité”, núm. 13, otoño 1981: «Durante su visita el fundador de la Falange tiene un encuentro con Alfred Rosenberg, principal ideólogo del nacional-socialismo, el cual según lo que dice en sus ‘Memorias’, manifiesta a José Antonio su simpatía por el movimiento falangista y desaconseja al joven líder español la traducción de su obra, únicamente pensada para Alemania, remarcándole que ‘España tiene sus propias tradiciones originales’ y ‘en el caso como él que aspiraba al establecimiento de nuevas y justas formas de vida social las debería ajustar a su propia tradición’: un punto sobre el que José Antonio se muestra completamente de acuerdo».  El propio Alfred Rosenberg, en su libro “Grossdeutschland. Traum und Tragódie” nos dejó el siguiente testimonio de primera mano: «Durante su visita a Alemania, también el fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, vino a verme, evidentemente para obtener una impresión personal de una persona como yo cuestionada en círculos eclesiásticos. Yo le señalé de inmediato, para que no hubiera malentendidos, que, aunque nosotros también luchábamos, como él, contra el comunismo, de ninguna manera pensábamos en querer recomendarle cualquier modo de pensar alemán. España tiene sus antiquísimas tradiciones y, en caso de aspirar en lo social a nuevas y justas formas de vivir para nuestra época, las enlazará ciertamente con sus propias tradiciones. En lo que a mí se refiere, rechacé el traducir mi obra, por ejemplo, al español, pues está pensada solamente para Alemania. Creo que mi visitante me comprendió al momento, y nos despedimos sin que surgiera ese malentendido tan frecuente».

Algunos años después, la hermana de José Antonio, Pilar Primo de Rivera, jefa de la Sección Femenina de la Falange desde su creación en 1934, acompañada de Blanca Tetuán y Javier Conde, quien hacía de traductor, visitaba también a Hitler en Berlín, a quien le hacía entrega de una espada de acero toledana —simbolizando con su gesto el reconocimiento del portador de la espada en Europa— réplica de la que portara uno de los más grandes e insignes protagonistas de la historia de España, la Tizona del Cid Campeador.

Durante mucho tiempo, no pocos falangistas negaron que José Antonio hubiese asistido a los Congresos de la Internacional fascista en Montreux (Suiza). Sin embargo, José Antonio fue miembro fundador de la sección española de los CAUR –Comités de Acción por la Universalidad de Roma– junto con Ernesto Giménez Caballero, y si no asistió al Congreso de 1934 fue porque en esa ocasión no pudo ir, pero, sin embargo, al año siguiente sí fue y tomó la palabra en el Congreso fascista de Montreux en 1935, y la intervención de José Antonio en dicho congreso está recogida en la última edición de sus Obras Completas. En dicho congreso, José Antonio hizo contactos políticos, aunque otros ya los tenía de antes. Así, está documentado que José Antonio tuvo contacto, además de con el presidente de los CAUR, Eugenio Coselschi, que ya había invitado a José Antonio a Italia en mayo de 1935, también con Guido Baroni, coordinador de los comités nacionales de los CAUR. José Antonio tuvo una relación estrecha con Francisco Rolao Preto, líder del nacionalsindicalismo portugués y en el exilio en España en 1934 por su enfrentamiento con Salazar. A Leon Degrelle no le conoció en persona, pero fue carnet número 1 de la Falange Exterior, razón por la que Degrelle tenía la medalla de la Vieja Guardia de la Falange, con militancia en Falange desde 1934. También tuvo José Antonio contacto con el líder de los fascistas británicos, Oswald Mosley, a quien José Antonio visitó en una ocasión en Londres; y también tuvo contacto con los franceses Henry Coston, y Pierre Drieu La Rochelle. En el encuentro con otros lideres fascistas en Montreux el 11 de septiembre de 1935, José Antonio pudo conocer a Marcel Bucard, del Partido Francista, y por entonces también subvencionado, al igual que José Antonio, por Mussolini, en la misma valija diplomática, por medio de la embajada italiana en Paris.

Hay un hecho que también es muy esclarecedor y significativo al respecto, y desde luego, los hechos son mucho más relevantes que las declaraciones en un momento dado, siempre sujetas a las circunstancias de cada momento y situación. El hecho es el siguiente: La primera y la única sede de Falange que se abrió fuera de España en vida de José Antonio y anterior al 18 de julio de 1936, fue en Milán, casualmente la ciudad que fuera la cuna del fascismo. Y este hecho que tuvo lugar en el año 1935, se anunció en la prensa de la organización, concretamente en el “Arriba”, y sirvió de base para un trabajo sobre las relaciones de Falange con el Partido Fascista: “Las relaciones entre la Falange y el Partido Nacional Fascista”, de Francisco Blanco. Este hecho ha sido relatado también en libros sobre la Falange Exterior, y en algunas biografías de José Antonio, además de artículos y estudios académicos.

La pregunta se impone para los que siguen sosteniendo que la Falange no fue el partido fascista español: ¿Cómo explican este hecho? No se abrió ninguna sede de Falange en Paris ni en Londres, ni siquiera en Lisboa, que lo tenían más cerca, y por aquello del iberismo. No, se abrió en Milán, la cuna de los primeros fascios. Qué curioso.

Pero es que, además, es tan sencillo como leer la prensa falangista de aquellos años 30, y ver lo que ahí se decía, qué lecturas se recomendaban, etc. Por ejemplo, la sección “Vida fascista” del semanario “F.E.” donde se reproducían discursos de Mussolini, o el libro “Diario de un escuadrista”, del escritor fascista Fernando Bernabini, publicado en el número 10 de la revista universitaria falangista “Haz”, de fecha 2 de noviembre de 1935.

 

Pero vamos al “último José Antonio”, el de 1936. Desde luego, si el último José Antonio se hubiera distanciado tanto del fascismo como consideran algunos, no tiene sentido la ayuda logística alemana para liberar a José Antonio de la prisión de Alicante donde se encontraba desde junio de 1936. Como tampoco tiene mucho sentido que la subvención de Mussolini a José Antonio que éste recibía desde junio de 1935 se mantuviera hasta noviembre de 1936. Hay documentos del Ministerio del Interior italiano por mediación del cónsul italiano Amadeo Landini, agregado de prensa de Italia en Paris, con la relación de beneficiarios de subvenciones a diversos movimientos fascistas, entre ellos al líder francista Marcel Bucard. En uno fechado el 5 de septiembre de 1935 aparece, con 50.000 liras mensuales de asignación, José Antonio Primo de Rivera que éste recogía personalmente en la embajada de Italia en Paris. El último de ellos refleja la asignación de 250.000 liras a José Antonio y está fechado el 16 de noviembre de 1936, es decir, cuatro días antes del fusilamiento en Alicante de José Antonio. Obviamente esta última asignación no pudo ser retirada por razones evidentes. A cambio de esa subvención que José Antonio recibía de la Italia fascista, enviaba informes sobre la situación política en España. Estos informes se han podido llegar a conocer por estar registrados en los archivos del Ministerio de Cultura Popular italiano. En uno de esos informes se dice textualmente que “FE de las JONS ha logrado convertirse en el único movimiento fascista en España”.

También se puede leer en el semanario falangista “Arriba” num 29, de fecha 23 de enero de 1936, donde se habla de la “nacionalización del crédito contra los manejos de Judea”.

 

O, por ejemplo, en el boletín clandestino “No Importa” (Boletín de los días de persecución), en el núm. 1, con fecha 20 de mayo de 1936, hay un artículo muy esclarecedor titulado “¿Un fascismo de Azaña y Prieto?” en el que se puede leer: “El fascismo es un movimiento de generosidad… No es fascista quien quiere sino quien puede… Y el fascismo, o el nacionalsocialismo se nutren de la epopeya”.

El articulo no lleva firma ya que hablamos de un boletín que se hacía clandestinamente, por lo que no podemos saber quién fue el autor de dicho artículo, pero todos los artículos eran supervisados personalmente por José Antonio desde la cárcel Modelo de Madrid donde se encontraba desde su detención el 14 de marzo de 1936, y una cosa es segura, si José Antonio no estuviera de acuerdo con esas afirmaciones, ese artículo nunca se hubiera publicado.

 

El 16 de junio de 1936, José Antonio, que ya se encontraba encarcelado en la prisión de Alicante, responde a un cuestionario con preguntas que le envió el periodista Ramón Blardony a través del enlace de Agustín Peláez. En ese cuestionario, el periodista le hace una pregunta muy concreta, que José Antonio responde con bastante claridad, y que arroja más luz en este asunto. La pregunta del periodista es la siguiente:

-Aun concediendo que Falange, como organización española, tenga estilo netamente español, ¿a qué fascismo se aproxima más, al italiano o al alemán?

Y la respuesta literal de José Antonio es la que sigue (el subrayado es nuestro):

– “Coincide con la preocupación esencial a uno y otro: la quiebra del régimen liberal capitalista y la urgencia de evitar que esta quiebra conduzca irremediablemente a la catástrofe comunista, de signo antioccidental y anticristiano. En la busca del medio para evitar esa catástrofe, Falange ha llegado a posiciones doctrinales de viva originalidad; así, en lo nacional, concibe a España como unidad de destino, compatible con las variedades regionales, pero determinante de una política que, al tener por primer deber la conservación de esa unidad, se sobrepone a las opiniones de partidos y clases. En lo económico, Falange tiende al sindicalismo total; esto es, a que la plusvalía de la producción quede enteramente en poder del Sindicato orgánico, vertical, de productores, al que su propia fuerza económica procuraría el crédito necesario para producir, sin necesidad de alquilarlo –caro– a la Banca. Quizá estas líneas económicas tengan más parecido con el programa alemán que con el italiano. Pero, en cambio, Falange no es ni puede ser racista”.

Hemos subrayado las frases que son más reveladoras de lo que pensaba José Antonio. Veamos: A la pregunta concreta de a qué fascismo se acerca más, si al italiano o al alemán, vemos que José Antonio responde que coindice con ambos en su preocupación esencial. Hubiera tenido fácil ahí decir que con ninguno de los dos, pero como vemos, no fue eso lo que respondió sino todo lo contrario. Añade, que la unidad de España es compatible con las variedades regionales, es decir, que no concibe la unidad como uniformidad. Tomen nota de esto los centralistas. Y finalmente, dice que, en lo económico, está más cerca del modelo alemán que del italiano. Pero a continuación añade que la Falange no es racista. Por tanto, esto último sería lo que le separa del nacionalsocialismo. Aunque como veremos más adelante, en uno de sus últimos escritos en la prisión de Alicante, “Germanos contra bereberes”, hace un intento de aportar una interpretación de la historia en clave racialista, algo novedoso en José Antonio, y que se podría interpretar como un giro de acercamiento a Alemania en un momento, 1936, en el que el fascismo italiano también había iniciado un acercamiento a la Alemania nacionalsocialista que hasta entonces no había realizado.

A la siguiente pregunta de ese mismo cuestionario, José Antonio responde lo siguiente: “Donde Falange logrará más pronto avivar las corrientes de simpatía es en las filas del viejo sindicalismo revolucionario español.”

 

Es evidente que esta frase le diferenciaba totalmente a José Antonio de las derechas, incluidas las derechas fascistizadas de entonces. Y también le diferencia de muchos de los que hoy se consideran seguidores de José Antonio, a los que no se les ve nunca en ambientes sindicalistas, pero sí se les ve a menudo envueltos en la “roja y gualda” en manifestaciones de “cayetanos” del PP y VOX. Habría que recordar esa frase de José Antonio, y también habría que recordar que, en los años del fascismo fundacional español, es decir, el nacionalsindicalismo, de 1931 a 1936, nunca se usó la bandera roja y gualda. Se usó siempre la bandera roja y negra, que las JONS habían tomado del anarcosindicalismo. Esta bandera era entonces novedosa, vanguardista y revolucionaria. Pero hoy, lamentablemente, representa todo lo contrario porque inevitablemente el pueblo español no la asocia con el nacionalsindicalismo sino con Franco y su régimen. Hoy, la misión del nacionalsindicalismo sería la de arrebatar la idea de la patria a la derecha, así como el monopolio en el uso de los símbolos patrios, pero para ello, en lugar de acudir a las manifestaciones de las derechas, se tendrían que convocar manifestaciones aparte, y usar símbolos de carácter obrerista. Y tristemente, la bandera roja y negra ya no cumple esa función necesaria por lo dicho, es una bandera inevitablemente asociada al franquismo en el inconsciente colectivo del pueblo español. Pero volvamos al último José Antonio….

Entre agosto y septiembre de 1936, en su encierro en la prisión de Alicante, José Antonio Primo de Rivera abordó la elaboración de tres ensayos de los que solamente uno, “Germanos contra Bereberes, quince siglos de historia de España”, fue concluido. Los otros dos, el “Cuaderno de notas de un estudiante europeo”, y “Aristocracia y aristofobia”, solamente quedan apuntes y notas significativas. La lectura de estos documentos es imprescindible para establecer cuál era el pensamiento del “último José Antonio” y por dónde discurrían sus preocupaciones intelectuales y sus últimas meditaciones.

 

El primero de sus escritos de la cárcel que nos han llegado, de carácter político, es un esbozo que lleva por título “Cuaderno de notas de un estudiante europeo”. Y es un esquema de lo que podría haber desarrollado en un texto de pensamiento político. De lo que nos interesa en este texto, hay que destacar una frase esquemática a la que se han agarrado como un clavo ardiendo los “azules” que es la prueba de que José Antonio se había alejado del fascismo, pues en este texto dice que el fascismo es “fundamentalmente falso”, una “exterioridad religiosa sin religión”, es decir, una idolatría. Esto es una crítica religiosa, no política. Y ante eso, la alternativa que defiende José Antonio es la religiosa, la que es capaz de recobrar “la armonía del hombre y su entorno en vista de un fin trascendente. Este fin no es la patria ni la raza, que no pueden ser fines en sí mismos: tienen que ser un fin de unificación del mundo, a cuyo servicio puede ser la patria un instrumento; es decir, un fin religioso. ¿Católico? Desde luego, de sentido cristiano… Y así acaso un día vuelva a encenderse sobre Europa unificada la alegría católica”.

Por lo que leemos, pareciera que para José Antonio el fascismo no le parecía suficientemente católico. Es evidente que el fascismo no es una religión, y por tanto no tiene mucho sentido hacerle una crítica religiosa, pero además nada de anticristiano había en el fascismo, y esto José Antonio lo sabía.

La encíclica “Non abbiamo bisogno”, del Papa Pio XI, publicada en 1931, condenaba el principio totalitario del Estado fascista, pero fue ese Estado fascista italiano el que una de las primeras medidas que adoptó fue la de restablecer la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas de Italia en 1923, y también normalizó las relaciones entre el Estado italiano y el Vaticano por el Tratado de Letrán en 1929. Y ahí están las opiniones de los dos Papas coetáneos del régimen fascista italiano, Pio XI y Pio XII, sobre Mussolini, que no eran muy negativas precisamente. Habría que preguntarse entonces por qué, si el fascismo era tan anticristiano, el Vaticano firmó con el Estado fascista el Tratado de Letrán al igual que el Concordato Pacelli-Von Papen con el Estado Nacional Socialista alemán.

Por lo que se refiere al nacionalsocialismo, en la Alemania NS, las dos iglesias cristianas, la católica y la evangélica, fueron las mayores propietarias de bienes inmuebles y muebles, después del Estado, ni que desde que el NS llegó al poder en Alemania en 1933 y hasta el final de la guerra, el gobierno de Hitler puso a disposición de ambas iglesias cristianas cantidades que oscilaron entre los 130 y los 725 millones de marcos anuales. Nada anticristiano debieron encontrar en el NS los obispos católicos alemanes cuando el 20 de agosto de 1935, con ocasión de la Conferencia de Fulda, enviaron un telegrama a Hitler expresándole sus sentimientos de respeto. También cabría preguntarse por qué, si el NS era tan anticristiano, la Santa Sede firmó con el III Reich el famoso Concordato Pacelli-Von Papen (Eugenio Pacelli, entonces Cardenal, sería el Papa Pio XII desde 1939) en 1933, pues cuando ese Concordato fue firmado por la Santa Sede, los principios filosóficos y doctrinales fundamentales del NS eran conocidos, al menos desde diez años antes. Se ha dicho también que la encíclica del Papa Pio XI, “Mit brennender sorge”, publicada en 1937, condenaba el nacionalsocialismo, pero esto es falso. Tal encíclica condenaba sólo dos de los 25 puntos doctrinales del programa NS: los que hacían referencia a ciertas “exageraciones racistas”, y “al monopolio de la educación juvenil” que el Estado NS pretendía arrebatar a la Iglesia católica. Sin embargo, ni Hitler ni Mussolini fueron excomulgados. En cambio, Los Reyes Católicos sí fueron excomulgados durante varios años, y dos veces, una a causa de la falsificación de su bula de matrimonio, y otra en 1482 a causa de los nombramientos eclesiásticos. Y también lo fue Carlos V, a causa del saqueo de Roma en 1527. El Vaticano, siempre muy bien informado, sabía perfectamente lo que eran el fascismo y el NS, y no parecía entonces encontrarlos perversos. Tal constatación vendría después, a partir de la derrota militar de ambos en 1945. Y es que el Vaticano es también un poder terrenal.

Entonces, cómo se explica que José Antonio considere falso al fascismo por ser una idolatría. La explicación de esto hay que encontrarla en la situación de José Antonio en aquel momento. José Antonio era un hombre religioso, y él era consciente de que no iba a salir vivo de la prisión de Alicante. A partir de ese momento, la religión se le sube a la cabeza, y todo lo que medita lo pasa por ese tamiz religioso, algo humanamente comprensible, pero políticamente equivocado. De hecho, cuando se redactaron los 27 puntos del programa de Falange, el punto 25, que hace referencia a la religión, defiende la separación Iglesia-Estado, lo que ocasionó que Francisco Moreno, el marqués de la Eliseda, diputado con José Antonio en las Cortes, y uno de los mayores benefactores económicos de la Falange, abandonara el partido en 1934 porque ese punto programático le parecía poco católico y lo consideraba “herético”. Veamos qué dice exactamente el punto 25 de la Norma programática de la Falange: “Nuestro movimiento incorpora el sentido católico –de gloriosa tradición y predominante en España– a la reconstrucción nacional. La iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional”.

Es decir, es un punto programático que, en relación a la religión, defiende un Estado no confesional, y no acepta intromisiones de la Iglesia en el Estado. Eso es lo que decía el programa de Falange respecto a la religión. Ahora vamos a ver qué se dice en el Manifiesto de Verona, de noviembre de 1943, cuando el Partido Nacional Fascista fue refundado como Partido Fascista Republicano, respecto al mismo tema. En dicho Manifiesto político fascista, en el punto 6 se dice lo siguiente: “La religión de la República es la católica, apostólica y romana. Cualquier otro culto que no contradiga las leyes será respetado.”

Lamentablemente, José Antonio no pudo conocer este Manifiesto fascista de la RSI, pero ¿cuál parece más católico de los dos, el punto 25 de Falange o el punto 6 del Manifiesto de Verona? Ahí lo dejo…

En el segundo escrito político de José Antonio en la prisión de Alicante, “Aristocracia y aristofobia”, José Antonio considera que la aristocracia ha dimitido de su misión, pero es necesaria una “minoría directora”, una nueva aristocracia que ponga solución a la crisis del mundo contemporáneo. Y entre esas “minorías selectas”, José Antonio sitúa a la “aristocracia de sangre”. Entrecomillamos la frase porque es la que utiliza José Antonio. La pregunta es inevitable: En aquel momento, qué organización defendía y pretendía dar forma a una “aristocracia de la sangre”… La respuesta es que sólo una: las SS.

El tercer escrito político, al que ya hemos hecho referencia en otras ocasiones, es “Germánicos contra beréberes: quince siglos de historia de España”, que es un ensayo y una reflexión histórica sobre la historia de España escrito por José Antonio en la prisión de Alicante el 13 de agosto de 1936. Se trata de una interpretación de la historia que se centra en el momento de la Reconquista, proceso histórico de ocho siglos en el que José Antonio distingue entre “moros” y árabes, y destaca que la mayor parte de los invasores fueron berberiscos del norte de África, bereberes, que diferencia de los árabes. Lo novedoso de este ensayo de José Antonio es que es un intento de aportar una interpretación de la historia en clave racial. Tan es así que cuando se tuvo conocimiento de su existencia en los “Papeles póstumos de José Antonio”, hubo algunos falangistas que en un primer momento negaron que el autor de este ensayo fuera José Antonio porque decían que ese no era su estilo, y lo consideraban demasiado racialista para su gusto.

En dicho ensayo, José Antonio resulta profético al señalar esta preocupación: “Acaso España se parta en pedazos, desde una frontera que dibuje, dentro de la península el verdadero límite de África. Acaso toda España se africanice. Lo indudable es que, para mucho tiempo, España dejará de contar en Europa”. Y en este ensayo, José Antonio toma partido al considerarse heredero de la España germánica cuando dice: “Los que por solidaridad de cultura y aún por misteriosa voz de sangre nos sentimos ligados al destino europeo”. Que el último José Antonio se expresara en esos términos en sus últimos escritos, denota un cambio que en ese momento, en 1936, empezaba a tomar también el régimen fascista italiano, el de un acercamiento a la Alemania nacional-socialista.

Podemos terminar diciendo que la Falange de José Antonio murió el 20 de noviembre de 1936 porque en ese momento José Antonio y la Falange eran indisociables. Por eso mismo, el pensamiento de José Antonio es una construcción ideológica inconclusa. Queda más que probado que fue un líder fascista. Pero lo que subyace en su pensamiento es su intención de revertir los efectos de la modernidad mal definida como progresista. José Antonio entiende algo que hoy sigue siendo esencial entender, y es que la concepción del hombre como un “yo puro” está en el origen de todas las ideologías de la modernidad y explica el nihilismo como consecuencia de esa concepción del hombre propia de la modernidad, que lleva al individualismo. Y esto vale para hoy también.

 

De José Antonio nos queda el arquetipo que refleja una forma de ser y de estar, esa ética y estilo que él imprimió a su movimiento y que desgraciadamente no siempre ha sido un ejemplo a seguir.

Eduardo Núñez

 

¡Presente!

 

 

 

 

 

 

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