¿Europeístas o hispanistas?
Las llamadas “fuerzas nacionales” suelen definirse como hispanistas y a la vez refractarias a cualquier forma de europeísmo. Para ellos, Europa es el enemigo de España y cuando hablan de la “identidad española” lo hacen al margen o incluso en oposición a la europea. Es una idea lamentablemente demasiado extendida entre los que se definen como “patriotas”. Entre sus referentes, algunos como el argentino Marcelo Gullo, que compara a los indigenistas con los “nazis”, Santiago Armesilla o el Coronel Pedro Baños, tan acertado en muchas cosas, pero que hablan a menudo de los anglosajones como los tradicionales enemigos de España y de la Hispanidad, o de la “Iberosfera” frente a la “Anglosfera”. O te sacan frases como la del Almirante Blas de Lezo que supuestamente dijo que “todo español cuando mea debe hacerlo mirando a Inglaterra”. O siguen hablando en el siglo XXI de la España católica frente a la Europa protestante. Es una tara atávica propia de gente que vive en el pasado y que no saben diferenciar a los pueblos de sus gobiernos. Pero entonces, si debemos juzgar a todos los estadounidenses por lo que es y lo que representa Biden, ¿cómo tendríamos que juzgar a los españoles por lo que es y lo que representa Pedro Sánchez? Son “argumentos” viscerales de barra de bar más que una reflexión salida del pensamiento racional.
La idea de un nacionalismo europeo fue defendida después del final de la Segunda Guerra Mundial por los mejores lideres y movimientos políticos alternativos en Europa, desde Oswald Mosley hasta Jean Thiriart. Costó mucho en España introducir y hacer entender la necesidad geopolítica y etnopolítica de un nacionalismo europeo. Pese a que la idea de Europa está claramente defendida en filósofos españoles de la talla de José Ortega y Gasset, que siempre se ha dicho que influyó en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, muchos de sus seguidores siguen más influenciados por el nacional-catolicismo de la segunda etapa del franquismo que por las fuentes de las que se formaron lideres como José Antonio, que en absoluto era un enemigo de Europa. Desde el franquismo, y hasta el presente, el nacionalismo español ha entendido y defendido la identidad hispana como diferente de Europa (“España es diferente”), y cuya esencia sería el mestizaje, una idea falsa que perdura hoy. Nuestra identidad se remonta a los celtas, los romanos y los visigodos en la etnogénesis y formación étnica de los pueblos peninsulares y por tanto de lo que hoy somos los españoles. Esa es la verdadera “España de las tres culturas”. Y los iberos eran una cultura de pueblos autóctonos fusionados con pueblos de origen céltico que habían protagonizado la cultura indoeuropea de los Campos de Urnas. Pero lamentablemente esa idea falsa de España diferente a Europa, defendida por numerosos autores del pensamiento reaccionario español, nunca ha dejado de manifestarse, y siempre ha ido unida a la idea de la defensa de la Hispanidad, concepto que defienden frente a Europa. Ahora vuelve de la mano de los autores de la llamada “leyenda rosa” en contraposición a la injusta leyenda negra antiespañola, que tanto gustan a los racistas antieuropeos. Esa idea, que siempre ha estado en el imaginario español, y más entre la gente que se define como españolista o hispanista es un prejuicio anti-histórico que dificulta definir la identidad de los pueblos que componen España como una más de entre las europeas. Y esta ficticia concepción de nuestra historia tiene consecuencias, y consecuencias nefastas, como veremos.
“España es el problema, y Europa la solución” decía Ortega y Gasset en 1910. Esta frase del pensador español sigue siendo válida hoy y siempre, pero es preciso en este momento diferenciar Europa de un Occidente decadente y de una UE servil a la OTAN y el atlantismo.
Europa es la cultura y la civilización que los pueblos europeos han ido elaborando a lo largo de siglos de historia. Calderón de la Barca, Quevedo, Shakespeare, Wagner, Goethe o Tolstoi son parte de la misma cultura europea, y no tiene ningún sentido enfrentarlos por ser del norte o del sur de Europa o por ser católicos o protestantes. Los valores que se encuentran en sus obras son los mismos. En ese sentido, España sólo puede entenderse en virtud de su pertenencia -por su origen y por su futuro- a Europa, que es nuestra «gran unidad de destino en lo universal».
Cuando no se tiene en cuenta el factor étnico al hablar de identidad, vienen las incoherencias. Y así, es una incoherencia muy común pretender oponerse a la invasión inmigratoria sin asumir que la identidad étnica es la base de un pueblo, y cuando ésta se altera por una sustitución de nuestra población por otra étnicamente diferente, por mucho que sean inmigrantes que hablan español y sean procedentes de países de tradición católica, los “nuevos españoles” solo lo serán en su DNI. Una España con menos población y baja natalidad sigue siendo España, pero una España con una inmigración masiva extraeuropea con la excusa de mantener la población, dejará de ser España aunque se siga llamando España. Así de sencillo y así de claro. Y prueba de que esos “nuevos españoles de nuestras naciones hermanas” no se integran en la sociedad española es que forman guetos en muchos barrios de ciudades españolas cuando no las bandas mal llamadas latinas, ya que los latinos somos nosotros, y no los amerindios sudamericanos o centroamericanos.
El siglo XXI está marcado ya por el enfrentamiento entre el pensamiento único de la globalización y la defensa de las diferencias y las identidades en un mundo multipolar. Este es el tema de nuestro tiempo, y la resistencia a la hegemonía mundialista sólo vendrá de los que sean conscientes de su «más larga memoria» como señaló Nietzsche. Pero nuestra memoria y nuestra identidad, como ya se ha dicho, no es diferente a la de los demás pueblos europeos. Por eso, es jocoso y a la vez nefasto escuchar o leer a la gente de extrema derecha tratar de revivir ahora el Imperio español y las guerras de religión de hace siglos para justificar su xenofobia antieuropea. Es gente que vive fuera de la realidad. La Hispanidad, digámoslo claramente, es un concepto que hoy solo es defendido por muy pocos españoles y por muchos menos hispanoamericanos. Esa es la realidad. Los hispanoamericanos no defienden la Hispanidad. Olvidémonos, por tanto, de una España aislada, por su cuenta, o de hablar de “naciones hermanas” para referirse a pueblos que no son europeos, pues les guste o no les guste, España es Europa, no es América ni Africa ni Asia, y España sin Europa no tiene nada que hacer. Nuestras naciones hermanas, por tanto, son todas las naciones europeas. No verlo así es no entender lo esencial, y dar argumentos separatistas frente a Europa.
En el momento actual, y por lo que se refiere a las relaciones internacionales, Vladimir Putin actúa como aglutinante de quienes, desde posiciones nacionalistas, antagonizan con la idea de una UE liberal. Esto también es algo esencial a comprender en el momento actual. Por tanto, es necesario posicionarse hoy del lado de Rusia, que también es Europa. Pretender demonizar a los rusos en este momento porque mantienen símbolos soviéticos es absurdo porque es perder de vista lo esencial.
Los partidos derechistas, como VOX en España no son patriotas por mucho que lo proclamen. Su política internacional es de un servilismo indigno a USA, la OTAN, Israel y los lobbies sionistas en Europa. Lo contrario de un verdadero patriotismo. Su política económica es capitalista, y el capitalismo es incompatible con el patriotismo. Pero además su centralismo extremo que trata de borrar las identidades de los pueblos que componen España tampoco es patriotismo. Es el concepto liberal jacobino de Estado-nación, hoy superado.
Europa es nuestra cultura, nuestra civilización y nuestro espacio geopolítico. Ante esa realidad antropológica y etnopolítica, la alternativa no es defender un racismo antieuropeo en base a que Europa está hoy en decadencia sino construir una nueva Europa frente al Occidente atlantista y las políticas antieuropeas de la UE. Identificar correctamente al enemigo es fundamental para no equivocarse en el tratamiento. El enemigo no son los “anglos” ni tampoco los rusos. El enemigo no es ningún pueblo. El enemigo es quien mantiene secuestrada la soberanía de nuestros pueblos y de nuestras naciones, que además en este momento son un peligro para la paz.
Eduardo Núñez
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