¿ESTAMOS EN GUERRA?

 

Hace unos meses, en el transcurso de la fiesta-presentación de un nuevo movimiento político, un joven camarada de La Voz del Pueblo nos narraba una anécdota reveladora. Un amigo suyo de viaje en Estados Unidos  había sido sometido - en la aduana del Aeropuerto neoyorquino creo - a una especie de cuestionario en el que, aparte de las habituales preguntas sobre su estado de salud y las intenciones de su viaje, se le inquiría sobre su particular ideología.

            Entre otras cosas se advertía que la condición de “nacionalsocialista” es un impedimento para entrar en Estados Unidos.        

            Nuestro amigo quedó muy sorprendido de que en la supuesta Patria de la Libertad un hombre pudiera ver rechazada su entrada por una cuestión de conciencia a pesar de la famosa “Quinta Enmienda “de la Constitución norteamericana, modelo para tantas otras democracias occidentales.

            Y sin embargo este ocasional turista europeo no debería sorprenderse de que las autoridades norteamericanas impidan la penetración de ideologías hostiles y personas pertenecientes a países enemigos porque tal comportamiento es normal y legítimo en tiempos de guerra en  los que precisamente se hace necesario limitar,  incluso poner en suspenso ciertas garantías constitucionales.

            Alguien puede preguntarnos de qué guerra estamos  hablando, porque - que se sepa - desde hace más de cincuenta años no existe en Europa un conflicto bélico generalizado ni los Estados Unidos han declarado la guerra a ningún país de nuestro continente. Europa y los Estados Unidos son “aliados” desde que en 1945 acabara la Segunda Guerra mundial.

            En realidad, es de esta guerra, la Guerra de la Sangre contra el Oro, la Guerra del Trabajo contra la Usura, de la que estamos hablando. La Guerra que ha visto el triunfo total de los Estados Unidos de América sobre Europa y la imposición del liderazgo político, militar, económico, cultural norteamericano sobre todo el mundo.

            Una guerra que, por lo que se deduce de la anécdota anteriormente narrada no ha acabado para los USA, pero tampoco ha acabado para algunos de  nosotros que nos consideramos generación de aquel Frente de combate que vio rota sus líneas en el colapso final del Berlín 1945 combatiendo hasta el último batallón y hasta el último hombre sobre las ruinas incandescentes del Führerbunker.

            Lamentablemente, esa guerra acabó en aquellos años también para otros supuestos “camaradas” que realizaron una opción traidora a favor de ese Occidente plutocrático, judaico y democrático y cuyas nuevas generaciones se agrupan hoy en partidos, corrientes y plataformas reaccionarias que asumen de forma más o menos descarada los valores, los hechos, la historia y sobre todo las migajas que los Vencedores reparten siempre a los vencidos que ante ellos se humillan y claudican.

            Los Devoradores del Mundo, los Enemigos del Género Humano, los Destructores de Europa, no han firmado ningún armisticio, menos aún un verdadero Tratado de Paz, porque lo que consiguieron en 1945 fue solamente una victoria militar sobre los ejércitos de algunos estados europeos, no sobre las ideologías que los sustentaban que – ellos lo saben – no han firmado por medio de sus representantes cualificados ninguna tregua ni han llegado a ningún compromiso con los Invasores de Europa.

            Por ello, de forma expeditiva y completamente ilegal crearon “tribunales” de guerra para condenar y ajusticiar a los dirigentes nacionalsocialistas supervivientes de la debacle bélica. Y por ello también estos tribunales de excepción han creado una ideología jurídica que todavía hoy, y hoy más que nunca, transformada en legislación “democrática” persigue la libertad de pensamiento y de investigación, especialmente sobre aquellos episodios de la Guerra que hoy constituyen la hipotética legitimidad de los vencedores para seguir masacrando, destruyendo y esclavizando cualquier género de oposición global.

            Es por tanto lógico que para los vencedores del Gran Conflicto – tanto los oficiales como los oficiosos – la guerra no haya terminado y que cualquiera de nosotros, europeo o no,  que no participe del discurso triunfal del Sistema Aliado sea potencialmente enemigo y que como tal sea tratado en el territorio metropolitano de la Nación Vencedora, e inclusive en nuestro propio territorio, donde Historiadores revisionistas y  Revolucionarios europeos, son perseguidos por las Autoridades coloniales (=Gobiernos europeos) por cuestiones de conciencia y de libertad de investigación y expresión.

            No es pues exagerado referirse a Europa como “Territorio Ocupado” porque eso es lo que es, a pesar de las apariencias “democráticas”. O precisamente por ellas…

            En referencia al carácter especial del Tribunal de Nuremberg, como “Tribunal de Excepción” y “último acto de la guerra”, Robert H. Jackson, Procurador General de los Estados Unidos, decía en 1946:

<< Los aliados se encuentran todavía técnicamente en estado de guerra con Alemania … En cuanto tribunal militar, este tribunal representa una continuación del esfuerzo bélico de las naciones aliadas>>.

            Que los “aliados” continúan técnicamente en guerra no solo contra Alemania sino contra todo el continente, no es algo difícil de confirmar. Es un hecho cotidiano que precisamente en estos inicios de milenio se nos muestra en toda su claridad y plenitud.

            El saqueo de las principales empresas alemanas, bajo la acusación de emplear mano de obra esclava (solo la judía, obviamente); el estrujamiento de la hermética banca suiza como colofón a una alucinante campaña de propaganda guiada por los lobbis judaico-estadounindenses; y el demencial ataque terrorista de la Alianza Atlántica contra la nación serbia, son sólo los últimos ejemplos de una cadena de hostigamiento que desde 1946 no se ha detenido.

            Incluso, el principal baluarte “representativo” de la Administración colonial europea, la Eurocámara, debe levantar acta de esta realidad oprobiosa. La noticia es escueta pero demoledora:

<< El Europarlamento reconoce que Estados Unidos espía a Europa a través de la red Echelon>> (La Razón, 8-III-01)

            La confirmación política de esta vieja sospecha, no puede quedar limitada – como desearían los euroburócratas -  al aspecto comercial de competencia desleal. La red Echelon fue creada en 1945 por las potencias del eje anglosajón (USA, Gran Bretaña, Canadá, Nueva Zelanda y Australia) no precisamente para espiar a una industria europea completamente devastada entonces, sino para mantener el status bélico sobre Europa con el pretexto del peligro soviético en el horizonte. Por consiguiente, una auténtica red de inteligencia militar, no un simple sistema de espionaje comercial, por muy sofisticado que pueda parecer.

            La conclusión resulta obvia y plena de simbolismo histórico:

            Europa está sometida a una tutela comercial, a un vasallaje político y a una colonización cultural, como consecuencia - única y exclusivamente - de su derrota militar, no viceversa. Y el mantenimiento de nuestra dependencia deriva de esta estrategia de guerra que no nos reconoce como entidad autónoma ni como sujeto histórico. Para nuestros Invasores solo somos, tal como dice el Tratado de Maastricht, “el pilar europeo de la Alianza atlántica”. Ni más ni menos.

            Ha habido períodos, es cierto, de relativa calma, como en todas las guerras. Durante la Guerra fría, por ejemplo, los Estados Unidos de Israel han necesitado la colaboración de las naciones europeas occidentales en su lucha contra el aliado/rival soviético. Pero tras la caída de la URSS las hostilidades se han reanudado y las humillaciones contra nuestros pueblos han ido in crescendo.

            Pero sobre todo está el caso de Israel. Esa pequeña entidad terrorista que se sigue nutriendo del presupuesto federal norteamericano, de las donaciones de correligionarios judíos y judeocristianos de todo el mundo y – cómo no - de los fondos provenientes de ese industria chantajista economico-sentimental que es el “Holocausto” en forma de reparaciones de guerra y de contribuciones arbitrarias; y cuya única misión parece ser ya mantener la ideología de guerra de exterminio a costa de la opresión y el martirio del pueblo palestino y de otras naciones limítrofes.

            Tampoco para ellos, para los sionistas, la guerra ha terminado. De hecho, su “Estado” es un estado de guerra y su gobierno mera junta militar donde generales genocidas se suceden unos a otros al compás de los cambios políticos de las administraciones norteamericanas.  Administraciones que, viceversa, responden al gusto y a los intereses del lobby sionista-americano, alcanzándose así un grado de simbiosis entre ambas naciones que impiden ya técnicamente considerarlas de forma separada.

            Y esto puede aplicarse también a los respectivos gobiernos europeos, con la salvedad de que nuestro nivel de decisión es infinitamente menor porque a fin de cuentas somos – casi como Palestina – territorio ocupado y nuestros gobiernos son gobiernos cipayos, administraciones delegadas excepcionales sometidas al poder de la maquinaria politico-militar made in Usa.

            No. La Guerra, la de ayer, la de hoy, la de siempre, no ha terminado. Ellos lo saben y no se privan de recordárnoslo a cada momento y de mostrarnos todo su poder y toda su gloria, de forma arrogante e inmisericorde por más que por razones de prestigio dosifiquen su violencia y no duden en ocasiones en mostrarse ellos mismos y sus cipayos como víctimas propiciatorias e inocentes o como líderes morales frente a la intolerancia de unos pocos.

            Así, recientemente en la Alemania humillada y saqueada un partido político se encuentra enfrentado a un proceso de ilegalización. Su delito: ser o parecer “nazi”.

            No se trata, como podría pensarse de un partido de reciente creación sino de un movimiento legal – y legalista – que cuenta con casi cuarenta años de antigüedad. Y es ahora  cuando se ha descubierto su “nazismo” por las autoridades políticas alemanas. Prueba evidente de que el periodo de “tregua” ha tocado a su fin también para los partidos “legalistas”.

            Esa Alemania, donde las masas se han “lanzado” a la calle encabezadas por el mismísimo presidente federal para protestar por la muerte de un niño de origen iraquí asesinado presuntamente por unos jóvenes cabezas rapadas, revive sus propios fantasmas familiares. Un crimen execrable ciertamente, pero cuantitativamente incomparable con los más de 500.000 niños iraquíes asesinados en Iraq por el criminal embargo perpetrado por la comunidad de naciones “aliadas” desde el final de la Guerra del Golfo, la muy democrática y antinazi Alemania entre ellas.

            No se verá entonces al presidente federal marchar al frente de sus conciudadanos para exigir justicia para tantos miles de víctimas sacrificadas en el altar de los Devoradores del Mundo, nuestros enemigos.

            No son sus muertos. Y ni a él ni a sus amos sionistas-norteamericanos les remorderá la conciencia por tantas y tantas vidas destrozadas desde 1945 hasta acá: “es una guerra y en una guerra cuentan los que vencen, no los muertos, y menos aún los muertos del enemigo, aunque sean civiles indefensos”.

            Fue una Guerra Total, no lo olvidemos. Y aún lo sigue  siendo. En una guerra total las diferencias entre civiles y militares se difuminan hasta casi desaparecer por completo. Los supuestos “daños colaterales” no existen. Simple propaganda.  Los civiles muertos en Yugoslavia durante el ataque terrorista de la OTAN no son más que otros tantos objetivos de la estrategia de guerra total judaico-norteamericana, al mismo nivel que las fábricas de armamentos bombardeadas o las tropas serbias desplegadas (que dicho sea de paso han salido indemnes de la conflagración…)

            Sí, definitivamente estamos en guerra, aunque algunos no quieran enterarse; y se trata de lucharla y  de vencerla.

            En 1945 no venció el bando justo. Triunfó únicamente la fuerza material, los medios masivos de destrucción: la alianza más hipócrita y criminal que vieron los siglos. No aquellos moral y políticamente mejores. El “desastre triunfante” al que nos conducen las Fuerzas vencedoras, y que implica ya a todo el género humano y a la propia Tierra como hábitat ancestral, es prueba más que evidente de la naturaleza criminal de nuestros Amos.

            Son ellos el Enemigo. El Único. El de siempre. Y no dejará de serlo hasta que sea totalmente derrotado, vencido, aniquilado.

            Pero, no nos engañemos: vence no quien es mejor sino quien es más fuerte. Para vencer no basta solamente con ser mejores, hay que ser  más fuertes. Pero antes de nada hay que tener conciencia de la realidad bélica en que vivimos, de los medios ilimitados del Enemigo y de nuestra endémica debilidad.

            Aún así no debemos olvidar que “mientras no esté todo perdido nada está perdido”.

 

Alfonso Beltrán

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