El Día de la Sangre de Devenir Europeo
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en Devenir Europeo comenzamos a deliberar sobre la necesidad de instituir un encuentro anual nacionalsocialista en nuestro país. Hoy, este evento es una realidad consolidada a nivel nacional e internacional. Su nombre ha resonado en numerosos medios de comunicación y es conocido y reconocido como el máximo referente dentro del espacio revolucionario nacional.
Concluido con éxito el VI Día de la Sangre, consideramos que es buen momento para volver sobre el origen, el sentido y el significado de nuestra celebración, de manera que incidamos en su razón de ser, de cara a nuestros afiliados, camaradas y amigos, y que quienes han sabido recientemente de la existencia de Devenir Europeo y el Día de la Sangre puedan formarse una idea completa de su naturaleza.
EN QUÉ CONSISTE EL DÍA DE LA SANGRE
El Día de la Sangre fue concebido para ofrecer a los representantes de las diferentes comunidades de camaradas distribuidos por la geografía española una reunión fija en la que reencontrarse con sus iguales, alimentar los lazos que los unen, establecer nuevos vínculos y fortalecer el espíritu de unidad al abrigo de la gran comunidad nacional y europea. Pese a ser esta su misión principal, también quisimos reservar una parte menor del aforo a simpatizantes y a personas que, sin importar su procedencia política, tuvieran una inquietud sincera y honesta por conocer de primera mano el Nacionalsocialismo.
Para responder a estos objetivos se escogió Madrid como lugar preferente de celebración y se decidió que el programa no abarcaría más de una jornada, lo cual permite que una persona pueda asistir y regresar en el mismo día, aun viajando desde el rincón más lejano de la península. Alargar el Día de la Sangre resultaba tentador, pero habría implicado obligar a los camaradas a asumir los costes de pernoctar fuera de casa. Una exigencia limitante para gran parte de nuestra asistencia que sufre con severidad el paro sistémico de la democracia, el acoso de la precariedad laboral liberal y el expolio incesante de la usura apátrida.
Respecto al contenido temático del programa del Día de la Sangre, establecimos unos elementos mínimos, principios cardinales que son sostenes esenciales de la lucha nacionalsocialista contemporánea. En cuantas ediciones hemos celebrado hasta ahora, todos ellos han estado presentes, de manera directa o transversal, en las intervenciones de los diversos oradores. Son los siguientes:
– Ética y Cosmovisión. Más necesario hoy que nunca, cuando la calidad moral media de la población europea ha caído a niveles repulsivos, corrompida por el veneno liberal. En absoluta oposición al nihilismo y al materialismo, al afán de lucro y al individualismo, el nacionalsocialista debe ser ante todo ejemplo de conducta honorable. El Nacionalsocialismo no es una teoría política, sino una cosmovisión fundada en los valores responsables de las más nobles hazañas, de las más bellas creaciones y de las más arduas conquistas sociales en el haber de nuestros antepasados. No nos inclinamos ante ningún dogma político, ni aceptamos como definitiva fórmula de gobierno alguna. Son el contexto histórico, social y cultural, y la eficacia práctica en la meta suprema de servir al pueblo, lo que ha de determinar cuál es la herramienta política más adecuada a una u otra circunstancia. Y este servicio al pueblo no debe acabar en el establecimiento de unas condiciones materiales justas. Este es solo el principio. Luchamos por su elevación anímica y espiritual, por la consolidación de una comunidad popular poderosa que se eleve a sí misma mediante la fundación de «un estado socialista de la más alta cultura».
– Herencia Europea. Como custodio del legado milenario de la cultura europea, al que el orden mundialista ha declarado una guerra de exterminio, el nacionalsocialista debe impregnarse sin descanso de este tesoro del que es depositario. Huimos radicalmente del frío análisis museístico y de la mera recopilación de datos que nos ofrecen una visión forense de un pasado al que nos sabemos unidos orgánicamente. El individuo es inconcebible como ente aislado. Su identidad biológica, volitiva, espiritual y cultural son una chispa de la llama europea, de la sangre y su explosión cultural en el tiempo, precondiciones incuestionables de su existencia. Al volver la vista atrás, buscamos contemplar el mundo a través de los ojos del alma de los mejores hijos de nuestro pueblo para aproximarnos al germen de su grandeza. Abrevamos del pasado para entender quiénes somos y cuál es el argumento último de nuestra existencia.
– Herencia Nacionalsocialista. Existen infinidad de grupos hoy día que reivindican ideas de raíz fascista o nacionalsocialista. No obstante, la gran mayoría de ellos lo hacen renegando de quienes concibieron estas ideas y las rubricaron con su sangre. Todo con tal de evitar que el Sistema arroje sobre ellos la pesada losa del estigma de «nazis»… que cae irremisiblemente pese a sus desleales esfuerzos. Honrar a los héroes y mártires históricos que consumaron nuestra Idea es un deber que el honor nos exige. Y saber sobre sus vidas y sus luchas, una necesidad y una fuente de fortaleza. El más anónimo trabajador que ha sido sepultado tras los barrotes de una sucia celda, junto a criminales y seres infectos, por profesar ideas prohibidas por la tiranía financiera que nos gobierna, puede sentir el poderoso estímulo que supone la compañía de los muchos millones que le han precedido, de los que siguen combatiendo por su causa en todo el mundo y de los incontables camaradas que vendrán mañana a avivar la antorcha que él anima y salvaguarda con su sacrificio. Los héroes del pasado han ocupado un puesto de honor en el Día de la Sangre junto a los héroes del presente, a quienes dirigimos nuestras campañas de Ayuda Parda para presos políticos, cuyas colectas son especialmente fructíferas en este encuentro.
– La lucha nacionalsocialista en el mundo actual y perspectivas para el futuro. Del mismo modo que cada marco histórico reclama una fórmula política y no otra, cada época requiere de unas formas de lucha y militancia propias; aunque imbuidas todas de unos mismos valores, de un mismo espíritu revolucionario y sujetas a un mismo Ideal. En el Día de la Sangre quisimos reservar un espacio fijo desde el que ahondar en las diferentes iniciativas activistas y en la forma en la que se desarrolla nuestra lucha política en distintos frentes en la actualidad, con objeto de mostrar a la comunidad militante cuáles son las tareas primordiales que ha de acometer todo movimiento revolucionario en tiempos no revolucionarios o prerrevolucionarios, y qué estrategias resultan más eficaces para ello.
– El Europeísmo. Somos convencidos europeístas. Nuestro europeísmo busca ensalzar aquel sustrato primordial, natural y cultural, que nos liga al resto de pueblos europeos. Un sustrato que va más allá de las diferencias étnicas y de las particularidades nacionales que reconocemos como una riqueza a preservar. Nos inclinamos en favor de las fronteras que dictan la naturaleza y la cultura, al tiempo que nos rebelamos contra aquellas levantadas para satisfacer las ansias de dominio de tal o cual dinastía o la voracidad dominadora y corruptora de los vencedores de las grandes guerras; artificiosas monstruosidades que atentan contra la independencia y la soberanía de los pueblos, a los que no han logrado redefinir con un pasaporte, pues en su fuero interno solo responden a una herencia común. Nuestro europeísmo es, en definitiva, la expresión de una voluntad superadora del rancio y estrecho nacionalismo chauvinista de antaño. Un nacionalismo obtuso y fratricida, que sigue empeñado en rescatar disputas intereuropeas de siglos atrás o que, en el caso español, se embriaga con ideas disparatadas que reclaman una unidad política basada en el idioma —sean sus parlantes, quechuas, criollos, afrocubanos o asturianos— antes que aquella unidad fundada sobre la cultura y la cosmovisión, la sangre y el suelo. La hermandad de los pueblos que componen Europa es un ideal en sí para el Nacionalsocialismo; pero es también una necesidad vital práctica, por obvias razones geopolíticas irrefutables que huelga exponer aquí. Amamos Europa. Creemos en Europa; y necesitamos Europa.
Para cumplir con estos cinco ejes temáticos hemos invitado, año tras año al Día de la Sangre, a múltiples oradores y conferenciantes, propios y ajenos, españoles y de otras naciones europeas, que han colaborado con entusiasmo en el proyecto. Junto a editores, historiadores, ensayistas, analistas o consagrados militantes revolucionarios de primera línea, han tomado también la palabra en nuestros concilios algunos de los líderes de los movimientos de resistencia europea más punteros del continente, que acudieron sin dudar a la llamada de la Sangre.
Además de las ponencias y mítines, y de las colectas de las campañas de Ayuda Parda para auxiliar a presos políticos, condenados por sus ideas o sus investigaciones, nunca ha faltado en el Día de la Sangre una inmensa mesa de venta de material de formación, saturada por el ingente número de libros, revistas y cuadernillos que hemos editado en Devenir Europeo, entre cuyos títulos se pierden ensimismados los asistentes en los recesos. Una inmensa biblioteca de formación nacionalsocialista que seguimos ampliando día a día con sumo esmero, trabajo y dedicación.
POR QUÉ LO BAUTIZAMOS COMO DÍA DE LA SANGRE ¿DE DÓNDE PROVIENE SU NOMBRE Y CUÁL ES SU SIGNIFICADO?
En primera instancia, queremos recalcar que la sangre que reivindicamos como protagonista de esta jornada en ningún caso es la ajena, sino la propia. El Día de la Sangre no es un acto para ensalzar la violencia sino la memoria y el reencuentro de la propia identidad natural y cultural, tan íntimamente ligadas la una a la otra.
Hallamos en la sangre un elemento portador de una poderosa carga lírica que, a lo largo de la historia europea, ha sido empleada como alegoría de la herencia, del germen natural de una voluntad que ha hecho florecer en muy dispersos lugares del mundo, una cultura, un arte y toda una cosmología inconfundible y creadora, que define nuestro ser europeo, nuestros sentir, nuestro pensar y nuestro actuar. Es la sangre quien otorga su intenso rojo a la bandera que enarbolamos, con espíritu irreductible, frente al sistema mundialista que alberga el propósito declarado de arrasar la milenaria Europa hasta sus raíces.
En un segundo término, para los nacionalsocialistas de nuestro tiempo, la sangre evoca el sacrificio de millones de camaradas en todo el mundo que no dudaron en agotar hasta la última gota que colmaba sus corazones, por el triunfo de un ideal que amaban más que a su propia vida. En los años veinte, muchos hombres y muchachos cayeron víctimas de cobardes emboscadas a manos de terroristas rojos que se enteraron de su militancia, o fueron apuñalados o tiroteados por distribuir volantes de propaganda en barrios obreros. Fueron los primeros. Entre los mártires del Nacionalsocialismo de en esta época, ocupan un lugar destacado aquellos que fueron abatidos por el fuego policial en la marcha popular sobre Múnich, un convulso 9 de noviembre de 1923. Con el fluir de sus heridas tiñeron de carmesí la que pasaría a la historia con el nombre de Bandera de la Sangre. Estos camaradas murieron sin saber si sus anhelos se cumplirían algún día. La Idea estaba aún muy lejos de consumarse y sólo eran un minúsculo puñado de idealistas cuya voz se perdía ahogada en las difamaciones de unos poderes despóticos. Con la conquista del pueblo llegó la paz. Pero pronto la plutocracia internacional, amenazada por el éxito nacionalsocialista, quiso demoler lo construido y, la guerra desatada a tal fin, vino a exigir a los nacionalsocialistas un mayor tributo de sangre. En el ocaso de la conflagración, camaradas de toda condición combatían hasta la inmolación aun convencidos de que todo estaba perdido. No necesitaron creer en la victoria para creer en la lucha. Hoy, su ejemplo posee un valor muy superior al de la utilidad de sus acciones bélicas. En el Día de la Sangre rendimos tributo al sacrificio de estos valientes legendarios, defendemos con Honor su memoria, que nos inspira, y abrazamos su legado como fundamento de nuestro combate por el mañana.
La primera vez que celebramos este encuentro, se cumplía el segundo aniversario del asesinato de dos jóvenes nacionalsocialistas griegos, tiroteados mientras montaban guardia a las puertas de un local político en Atenas. El atentado sucedió en fecha muy próxima al de los históricos mártires de Múnich: 1 de noviembre de 2013. El entonces presidente griego, Samarás, había recibido instrucciones recientes y claras, directas y públicas, del presidente norteamericano Obama y de los principales prohombres del capitalismo y del sionismo yanqui, de acabar a cualquier precio con el movimiento nacionalsocialista heleno que, a fuerzas de duros combates militantes en abrumadora inferioridad de medios, había conquistado a un amplio sector del electorado heleno y constituía ya la tercera formación política más votada del país. Nuevos atentados con bomba y detenciones masivas sucedieron a la fría ejecución de estos muchachos. Los medios apuntaron a la extrema izquierda para tratar de acallar las voces enfurecidas que denunciaban un caso flagrante de terrorismo de estado. Como es ley no escrita en los ataques dirigidos contra nacionalsocialistas, estos asesinatos quedaron «sin resolver». Las efigies de los mártires Giorgios y Manos presidieron nuestra primera edición de esta jornada. En su mirada firme y sincera vimos la representación perfecta de una idea que queríamos convertir en rectora del Día de la Sangre: La continuidad entre el presente y el pasado. Porque entre el Nacionalsocialismo histórico y el Nacionalsocialismo actual nunca han faltado almas ardientes dispuestas a exponerse a cuantos peligros fuesen necesarios por defender nuestro Ideal. También ante la ofrenda de los héroes de nuestro tiempo consagramos nuestros esfuerzos. Con ella alimentamos cada año el recuerdo de quiénes somos, de dónde venimos y del camino de sangre que tantos camaradas han vertido de sus entrañas para que la Idea llegue a nuestras manos. Ante los camaradas de todos los tiempos somos responsables del futuro. Un futuro hacia el que caminamos con la lealtad como divisa y con su sueño inmortal por enseña.
La lucha no terminó en el 45. El Nacionalsocialismo es más joven y capaz que cualquiera de las oxidadas y marchitas fuerzas políticas que gobiernan en nuestra época; posee soluciones efectivas, abaladas por la experiencia histórica, a los problemas de toda índole del mundo postmoderno, y alberga un potencial inmensurable, capaz de tirar abajo el orden global, si su verdadera esencia llega a ser comprendida realmente por el hombre de la calle que hoy lo desprecia sin conocerlo.
El Nacionalsocialismo solo ha sido derrotado —¡temporalmente!— mediante las armas y las bombas, ¡a través de un incansable e insaciable derramamiento de sangre!, jamás en el terreno de las ideas y del convencimiento popular. Y mientras queden nacionalsocialistas —y no dejarán de surgir por más que nos maten—, estos ofrecerán gustosos y alegres la suya en justo pago, si el deber lo reclama, por proclamar al pueblo lo que sus amos no quieren que escuche.
En el Día de la Sangre clamamos: La sangre no es muerte, ¡es vida! Es la melodía que resuena en las profundidades del espíritu del pueblo y reclama su lugar en el mundo. Es símbolo mayúsculo de cuanto rezuma fuerza y vitalidad; es la energía y la voluntad. De ella hacemos emblema y bajo su inmenso y profundo significado renovamos anualmente nuestro compromiso en la lucha por liberar a nuestro pueblo, a los pueblos europeos y a todos los pueblos oprimidos del orbe, del imperialismo internacional del dinero.
EN QUÉ CONSISTIÓ EL HOY CÉLEBRE VI DÍA DE LA SANGRE
La inesperada publicidad recibida este año, nos obligó a gestionar un número descomunal de solicitudes de asistencia con las que no contábamos. Como de costumbre, reservamos el grueso de la sala para nuestros militantes, afiliados y representantes venidos de diferentes comunidades de España y, a continuación, nos esforzamos por hacer hueco a una selección de interesados que no habían estado presentes nunca en ninguna de nuestras actividades. Entre ellos se contaban suscriptores de la revista Devenir Europeo y de El Militante, simpatizantes que habían contactado ya en otras ocasiones, así como personas que, tras enterarse por la prensa mercenaria de nuestra existencia y de la celebración del evento, nos escribieron atraídos por la cita. Así, arrancamos la sexta edición del Día de la Sangre con una sala repleta y un público exultante.
El programa incluyó en esta ocasión tres intervenciones cuyo contenido y razón de ser, a grandes rasgos, fue el siguiente:
– La primera de ellas llevaba por título: La formación humana antes de la política. En palabras del propio Ramón Bau, miembro fundador y dirigente, tanto de CEDADE como de Devenir Europeo, la esencia del mensaje que quiso transmitir a la audiencia podría sintetizarse del siguiente modo: «Siempre se da una importancia mayor a la formación política, por encima del resto; pero si no tenemos una base fundamentada en valores, cultura y arte, no nos vale tener esa gran formación política. El verdadero revolucionario trabaja y lucha por un planteamiento superior, sin estas bases fundamentales profundas, cualquier planteamiento que hagamos fracasará estrepitosamente». Ser una buena persona, de palabra, altruista, honesta, educada, amante de la Naturaleza y de los animales, defensora de los débiles, valiente, trabajadora, honorable, cumplidora… ¡Esto es lo crucial! Preferimos a un comunista o a un demócrata que sea un hombre recto, antes que a un «nacionalsocialista» que sea un canalla. El primero es un aliado natural para construir el mundo que queremos, pese a que no estemos de acuerdo con él. El segundo es un peligroso enemigo, por mucho que sea un erudito en cuestión de historia o doctrina nacionalsocialista y se declare abiertamente como tal.
A lo largo de la ponencia, el conferenciante empleó como guía contenidos seleccionados del Curso Interno de Formación Humana para militantes de Devenir Europeo, el cual, mediante situaciones extraídos de obras literarias, dramáticas o musicales, plantea reflexiones de carácter ético, moral, espiritual y cosmovisional. Sobre el papel, no es difícil determinar cuáles han de ser lo principios y valores que guíen nuestra conducta. No obstante, en la práctica, es decir, en la vida diaria, personal o política, las circunstancias no se presentan tan simples y puras. A menudo, hemos de resolver complejos dilemas éticos en los que estos principios comprometen el éxito de nuestras iniciativas o entran en conflicto unos con otros. Por citar un par de casos:
1º. Nuestra concepción de la lucha, en todas las dimensiones de la vida, gravita entorno a la máxima del honor. Pero, ¿cómo hemos de acometer esta lucha cuándo los enemigo a los que nos enfrentemos no posean nuestro mismo espíritu caballeresco, no reconozcan barreras éticas, recurran a la mentira, a la difamación, a los ataques más rastreros, violentos incluso, al juego sucio y a cuantas técnicas miserables estén al alcance de sus posibilidades? En una coyuntura de lucha política revolucionaria, o bien de enfrentamiento bélico, ¿estamos preparados para hacer frente de manera efectiva a esta clase de enemigos sin renunciar a nuestro código de honor? ¿Cómo puede hacerse esto?
2º. El Nacionalsocialismo ha abanderado, como ningún movimiento de envergadura hasta la fecha, una defensa radical de la Naturaleza y de los animales. Y lo ha hecho reconociendo en ellos, desde un principio, a los componentes de la gran comunidad de vida y destino en la que se integra armónicamente la comunidad popular que conformamos los hombres. La ecología NS nos exige esfuerzo y una actitud altruista en la búsqueda del bien común, hombre-naturaleza, y condena la persecución del interés exclusivamente humano. La compasión, la justicia y el sentido de unidad y pertenencia nos empujan a salvaguardar el bienestar de los animales, de los bosques o los mares, aun cuando ello no repercuta en un beneficio directo para los hombres o nos acarree dificultades. Pero nuestras existencias —del mundo natural y el humano— impactan continuamente. Es ley natural. ¿Dónde y cómo marcar un límite entre el coste o el sacrificio que puede requerirse a unos o a otros cuando los intereses o el bienestar del mundo natural y de la comunidad popular interfieren? No podemos inclinarnos siempre a favor del hombre, a expensas de la Naturaleza, que sea protegida solo como fuente de recursos, ni caer en un grotesco ecologismo antihumano que falle por defecto en contra de los hombres. ¿Cómo conciliar los intereses de ambos para llegar a soluciones, no perfectas, pero al menos razonables y justas, que mantengan o tiendan a un cierto equilibrio ético y biológico?
– En la segunda conferencia, el doctor en historia Jesús Lorente, dio una magnifica lección sobre cómo contemplar la historia tal como exponíamos en el apartado previo de este escrito. Aunque su ponencia fue metódica y prolija en la enumeración de datos, fechas y acontecimientos, estos solo supusieron el armazón estructural sobre el que nuestro camarada articuló una aguda y esclarecedora valoración sobre el sentido el sentido de la vida y la mística de la muerte dentro de la cosmología de diversos pueblos europeos —tanto cristianos, como paganos—.
El hombre postmoderno es el ser más insustancial y apocado de cuantos tipos ha contemplado Occidente en su historia. Las sociedades engendradas por el régimen del 45, guiadas por principios utilitarios sin un fin último y carentes de un centro, han experimentado una estrepitosa regresión en todas las dimensiones de la vida social e individual, interior y exterior, que las aboca al colapso. Sociedades neurotizadas, insomnes, pusilánimes, disgregadas y desquiciadas, que se suicidan para escapar a un sin sentido existencial que no logran ocultar tras la descontrolada bulimia hedonista que las domina. El materialismo —en su mejor versión— puede llenar estómagos, pero deja sin respuestas las grandes preguntas que atormentan al hombre y le arrebata aquellos motivos elevados que otorgarían un fundamento a su ser, a su vivir y a su actuar.
Restablecer los lazos con la tradición, despertar la ética heroica de nuestros ancestros que permanece latente en nuestro interior, recobrar los valores cardinales europeos…Supone el único antídoto a la decadencia y a la desaparición.
– La última y más ansiada intervención del VI Día de la Sangre, corrió a cargo de nuestro invitado de excepción, el presidente del Movimiento de Resistencia Nórdico, Simon Lindberg. Fue anunciado por una prensa histriónica, patosa y cómica como «uno de los hombres más peligroso de Europa» que arribaba a España «con la maleta cargada de odio». Un honor viniendo estas palabras de la Inquisición del Sistema, y yendo dirigidas a un sincero revolucionario que no empuña más arma que sus ideas y no dispone de más medios que de un nutrido grupo de militantes.
En su discurso, Lindberg efectuó un recorrido por el funcionamiento de su movimiento y realizó una elocuente síntesis de la naturaleza de la lucha nacionalsocialista contemporánea en toda Europa, de los motivos que la impulsan, de las barreras que se le oponen y de las virtudes en que reside su gigantesco potencial.
Una de las razones que explican la fama del MRN es la gran resonancia alcanzada en la prensa internacional de sus impactantes acciones de propaganda. Lindberg nos habló de cómo en su partido decidieron paliar la fata de medios económicos para elaborar campañas políticas de envergadura, con grandes sumas de ingenio y osadía. Había que empezar de cero, idear cosas nuevas, que cautivasen la atención, que sorprendiesen. Bautizaron el resultado como «acciones Skorzeny» en honor el legendario héroe alemán que, sirviéndose de idénticas herramientas, concibió un exitoso plan para entrar en territorio enemigo, liberar a Mussolini de sus captores y regresar con él a Alemania sin disparar un solo tiro.
Las «acciones Skorzeny» se han convertido en una seña distintiva del MRN, junto a la seriedad, a la ortodoxia ideológica y a la ética combativa. Sus militantes conforman un núcleo duro y disciplinado que ha dejado fuera de sus filas a esos macarras «neonazis» que encarnan el estereotipo mediático que difunden los medios del Nacionalsocialismo actual.
El MRN —explicó Lindberg— está estructurado en forma de comunidades, regidas por la camaradería, en las que los militantes se forman y trabajan día a día para expandir el movimiento. Más allá de lo estrictamente político, organizan continuas actividades a las que se suman amigos, familiares y simpatizantes. Estas incluyen reuniones, campañas de ayuda social y salidas a la montaña, en las que dejan atrás el mundo del asfalto y marchan juntos al reencuentro de la naturaleza, tan vital para el hombre nórdico. Junto a todo este conjunto, conceden un lugar principal a la práctica deportiva, medio de crecimiento interior y de conquista de «una mente sana en un cuerpo sano», en el más puro y auténtico sentido que Juvenal le confirió en su sátira: una disposición sublime sobre nosotros mismos, que nos libere del miedo a la muerte, de la avaricia materialista, y nos haga despreciar las decadentes comodidades de la vida aburguesada para abrazar en su lugar el ideal de vida, de trabajo y lucha, que representaba Hércules en la cosmología grecorromana.
Dentro de la práctica deportiva, Lindberg insistió particularmente en la necesidad que para ellos tiene la práctica del boxeo. Un zopenco periodista resumió todo el VI Día de la Sangre en los treinta segundos que Lindberg habló sobre el boxeo. Por supuesto, omitió los motivos reales alegados por Lindberg, y añadió una buena dosis de imaginación —ya sabemos que la verdad vende pocos periódicos— que, junto con la inventiva propia de una reportera de televisión, vinieron a concluir en televisión que Lindberg viajó hasta España para animar a los «neonazis» españoles a ejercitarse en el boxeo con el supremo objetivo —en esto no se llegaron a un acuerdo tan rigurosos periodistas—, bien de a agredir a los viandantes, bien de provocar una nueva guerra civil… ¡a puñetazos!
Fantasías aparte, los motivos reales por los que Lindberg hizo hincapié en este deporte fueron los siguientes:
En primer lugar, por el fabuloso papel que desempeña en la educación del carácter. Sus razonamientos entroncaban de lleno con la defensa a ultranza del mismo que a principios del pasado siglo elaborara el pedagogo Pierre de Coubertin, fundador del olimpismo moderno. El boxeo es una escuela de fortaleza exterior e interior, de resistencia ante la adversidad, y también de caballerosidad. Nos enseña a encajar los golpes antes que a propinarlos, a dominar nuestros impulsos, a sobreponernos al dolor y a la fatiga y a perseverar ante la adversidad.
En segundo lugar, porque la militancia nacionalsocialista en el MRN exige un nivel de exposición muy alto. Cada miembro del Movimiento asume un riesgo personal continuo por permanecer encuadrado en las filas del Partido y defender la Idea de manera pública. Son el foco de una campaña continua de odio y difamación. El Sistema ha colocado sobre ellos una diana permanente que anima a todos los grupos de mamporreros y criminales, amparados por el Establishment capitalista, a convertirlos en objeto predilecto de sus ataques. Cada vez que hacen una aparición pública, surgen provocadores organizados dispuestos a hacerlos callar de manera violenta. Y ellos, a diferencia de los políticos de la casta democrática, no se esconden tras las anchas espaldas de una guardia pretoriana engordada a expensas del erario público. Para mantener en pie su mensaje ante quienes quieren tumbarlo a golpes, solo poseen, en última instancia, sus recios puños vikingos.
Las persecuciones se extienden además fuera del ámbito político y amenazan la vida privada de cada militante del MRN. Su hogar, su familia o su espacio de estudio y de trabajo, son blancos legítimos para los buenos demócratas.
A este escenario cabría añadir el estado crítico que enfrentan las sociedades escandinavas, para tener una visión de conjunto del «ring» en que ha de pelear el MRN. Suecia especialmente, se ha desplomado en un par de décadas. Ha pasado del máximo referente europeo de «bienestar» a rozar los límites del colapso. El globalismo ha hecho de esta nación nórdica un campo de experimentación de sus teorías de ingeniería social. Allí el multiculturalismo y otras bazofias postmodernas han sumido a la sociedad en un pozo inmundo de criminalidad sistémica, de violencia organizada, depredación sexual… con índices delictivos propios de un país africano sumido en guerras tribales. Si ayer hablábamos de «países en vías de desarrollo», hoy ya podemos hacerlo, gracias a la democracia progresista, de «países en vías de SUBdesarrollo». ¿Qué habrían de hacer estos grupos de europeos conscientes del desastre; pedir paz y moderación al gobierno? ¿Quizá más policía y vigilancia? ¿Lloriquear para que dejen de agredirles mientras entonan un mea culpa por haber nacido blancos? ¿Rascarse el bolsillo para financiar más cursos que enseñen a los recién llegados que violar y matar no está bien visto en Europa, aunque en sus lugares de origen sea una costumbre legítima?
La lucha del MRN, y con ella, la lucha del Nacionalsocialismo europeo, es una lucha de supervivencia, en la que grandes poderes tratan de aplastarnos por todos los medios. Y las chusmas callejeras, fácilmente manipulables y de mecha corta, son peones idóneos hábilmente dirigidos por el tablero. Claro que hay que boxear, que ponerse en guardia, que esculpir cuerpo y alma con las virtudes del combate. No porque nuestros medios de acción sean violentos, sino porque no saldremos nunca del punto de mira del Sistema hasta que caigamos o triunfemos. Si esto le suena fanático a algún cándido pijo progre de la urbe cosmopolita, nos importa muy poco. Ellos son quienes desde sus periódicos encubren, amparan y favorecen a los culpables últimos de las violaciones, los robos y los asesinatos masivos que asolan Europa, los que blanquean en su propaganda al globalismo aniquilador y señalan a Lindberg, por su activismo en favor de los pueblos libres de Europa y del mundo, como el hombre más peligroso de Europa.
DEVENIR EUROPEO: LA VOZ DEL NACIONALSOCIALSIMO ESPAÑOL
Junto a los disparates e invenciones de la prensa, hemos tenido el bucólico placer de escuchar el inevitable eco del fiel rebaño siempre presto a balar al son de las consignas mediáticas del momento, sean éstas cuales sean. Estas pobres gentes protestan escandalizadas, exigiendo censura, represión, incluso violencia extrema, contra algo que conocen solo por las fantásticas narraciones de sus enemigos.
Pero como los últimos grandes acontecimientos mundiales están poniendo de relieve, la fuerza de ese rebaño va menguando inexorablemente a la par que se asienta en sectores silenciosos, aunque cada vez más amplios del pueblo trabajador, un descrédito absoluto en los medios de comunicación. Va extendiéndose la convicción de que estos charlatanes, lejos de comunicar e informar, se limitan a distribuir ideas prefabricadas y enlatadas por una élite económica, verdadero amo y señor de las democracias, al que nadie ha votado. Cuando todos los medios se alinean para respaldar un mensaje idéntico, una desconfianza instintiva asalta las mentes cada vez más despiertas de una España, de una Europa, de un Occidente y de un mundo que están siendo conducidas a la devastación. Quienes ayer asentían con honesta ingenuidad frente a los discursos televisivos, hoy se resisten con furia a aceptar nuevos dogmas y reniegan de los que ayer dieron por válidos.
Por más que los medios de comunicación encubran con celo este fenómeno, es un hecho que la fe de los ciudadanos occidentales en las ideas fuerza del mundialismo están derrumbándose. Y, entre ellas, ese antifascismo furibundo, omnipresente en toda la producción propagandística del orden mundial instituido en el 45, comienza a correr la misma suerte. El combate contra el Nacionalsocialismo constituye, 80 años después de la caída del III Reich, y sin existir una sola fuerza política nacionalsocialista de magnitud en ningún país del mundo, una de las prioridades del Sistema, de sus medios de comunicación, de sus lobbies y de la casta política escorada a izquierda o a derecha. Han dedicado más esfuerzos a esta cuestión que a ninguna otra en su propaganda del último siglo. Si el Nacionalsocialismo no fuese más que la sarta de desvaríos y monstruosidades que repiten sus enemigos, y que encarnarían los descerebrados «neonazis» que dibuja la prensa o los psicópatas nazis que nos ha legado el cine «histórico» de buenos muy buenos y malos muy malos del imperialismo yanqui-sionista, no sería necesario combatirlo con tanta insistencia. Caería por su propio peso y, en el peor de los casos, no requeriría de la ingente cantidad de medios que actualmente se destinan a combatirlo.
Existe otra versión que es preciso escuchar para hallar respuestas y asimilar la verdadera dimensión de esta lucha que comenzó en 1933, que el Sistema aún no ha dado por concluida, y nosotros tampoco.
Quien quiera pensar con el cerebro del pastor, puede seguir haciéndolo; pero va llegando a oídos de ese creciente número de personas que se inclinan por la anticuada costumbre de elaborar sus propias opiniones, la celebración en España de un encuentro anual en el que es posible conocer de primera mano qué es el Nacionalsocialismo y, tras él, la existencia de una organización a través de la cual pueden profundizar, tanto como su inquietud y su afán por aprender y comprender les demande, en el pensamiento, la lucha, la historia y la cosmovisión nacionalsocialista: Devenir Europeo.
El Nacionalsocialismo tiene voz propia y, le pese a quien le pese, cada día retumba con más fuerza en España, en Europa y en el mundo.
Como dijo Manu Beramendi, nuestro Secretario General, en su presentación del acto: «Puede que el Nacionalsocialismo no sea la ideología de hoy, pero sin duda, será la ideología del mañana».
Pablo Sáez Pardo (Devenir Europeo)
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