Estoy Harto
Gerard Bellalta, empresario: 
“Estoy avergonzado de  ser catalán y harto de vivir en Cataluña."
Gerard
 Bellalta
- Soy empresario y pertenezco a una familia 
cuyo origen catalán se sumerge en el siglo XVII. Mis antepasados 
lucharon junto a Ramón Cabrera i Griñó en el bando carlista y también 
con el general Franco en la guerra contra el comunismo. He trabajado 
duro desde muy temprana edad. Tengo una gran mujer y dos hijas 
maravillosas. Soy catalán de nacimiento y de origen; sin embargo, debo 
decir, no sin dolor, que hoy me avergüenzo profundamente de serlo y 
también muy cansado de vivir en Cataluña.
Estoy
 muy harto de tener que convivir a diario con catalanes que odian 
profundamente a los que pensamos de forma distinta. Estoy harto de 
puigdemontes, orioles, colaus, fachines, pujoles, torrentes, junqueras, 
terribas, laportas, guardiolas, roviras, gabrielas, raholas, traperos, 
okupas, manteros, cuperos, yihadistas y demás gentuza que en Cataluña 
degrada tanto la condición humana.
Estoy harto 
de que el Gobierno de España deje sin respuesta los permanentes actos de
 insurrección que se producen a diario en todas las ciudades catalanas. 
Estoy harto del abandono sometido durante años a los catalanes que hemos
 sido siempre fieles a España.
Estoy harto de que me roben los políticos catalanes y que ese dinero vaya a parar a la gente demasiado perezosa para ganarlo.
Estoy
 harto de que me digan que el movimiento separatista es pacífico, cuando
 todos los días me llegan decenas de historias de catalanes que son 
ofendidos, agredidos, amenazados, boicoteados… por no someterse a los 
dictados ni aceptar el relato mentiroso de los secesionistas.
Estoy
 harto de los supremacistas catalanes y de aquellos que, para 
reivindicar su catalanidad, han renunciado a sus raíces procedentes de 
otros puntos de España, con gran olvido de lo que son.
Estoy
 harto de lazos azules, de insultos a España, de mossos que no sirven 
por igual a todos los catalanes, de periodistas mercenarios que 
desinforman deliberadamente, de docentes que enseñan a los niños a 
interiorizar el odio a España, de los radicales que han tomado el 
control de nuestras calles, de los políticos que han echado un pulso al 
Estado con la connivencia y el dinero del mismo Estado.
Estoy
 harto de que todos nuestros errores y fracasos sean siempre culpa de 
otros y nunca de nosotros mismos. Estoy harto de que no aceptemos 
nuestras muchas taras morales.
Estoy harto de 
que utilicen nuestro dinero para financiar medios de comunicación que 
predican el odio contra los catalanes que nos sentimos profundamente 
españoles, por convicción y por principios.
Estoy
 harto de la inmersión lingüística. He tenido que matricular a la menor 
de mis hijas en un centro de enseñanza  privada para que conozca la 
lengua de Cervantes y tenga las oportunidades fuera de Cataluña que la 
lengua catalana no le ofrecerá nunca.
Estoy 
harto de que me digan que el derecho a decidir de dos millones de 
catalanes debe imponerse al deseo de cuarenta millones de españoles de 
permanecer unidos.
Estoy harto de escuchar a 
los políticos separatistas hablando mal del resto de España, cuando 
sabemos que le debemos todo cuanto hemos sido.
También
 estoy malditamente harto de que se acuse a España de robarnos, sobre 
todo cuando los que nos han robado han sido los políticos separatistas 
que hoy proclaman el desorden y la rebelión, porque no tienen nada que 
perder.
Estoy harto de que los funcionarios 
catalanes alineados con el separatismo aparenten ser el mejor ejemplo de
 compromiso con nuestra gente. Estoy harto de que gente que no ha 
emprendido nunca nada ni pagado una sola nómina, hayan construido el 
relato de una Cataluña de buenos y malos.
.
Estoy 
harto de los catalanes lobotomizados, que son una masa inerte enferma de
 odio, pero profundamente cobarde. Estoy harto de que se escondan tras 
los periodistas extranjeros y que cuando tienen que jugársela, deciden 
huir de la justicia. Estoy harto del permanente relato victimista, que 
se tergiverse la historia; que se ignore, por ejemplo, que cuando Franco
 venía a Cataluña, los líderes catalanes acudían rastreramente al 
palacio de Pedralbes a rendirle pleitesía y los obispos catalanes lo 
sacaban bajo palio en Montserrat.
Estoy harto 
de que se caricaturice permanentemente a España, que se la dibuje como 
un país culturalmente atrasado, cuando los catalanes no tenemos una solo
 acontecimiento popular que nos sirva de atracción turística, como por 
ejemplo lo es Sevilla en su Feria de Abril, Valencia en sus Fallas, 
Málaga en su Semana Santa, Huelva en su Rocío o Pamplona en sus 
Sanfermines.
Estoy harto de que se menosprecien
 las tradiciones españolas y que luego copiemos sus ferias, charangas y 
romerías. Estoy harto de los hipócritas antitaurinos catalanes que 
acuden a las principales ferias taurinas del resto de España. Estoy 
harto de que nos sintamos superiores cuando el genio creativo hace 
tiempo que lo perdimos. Estoy harto de que hablemos mal de todo el 
mundo, de que hagamos mofa de las costumbres de otras regiones, cuando 
nuestros bailes, nuestros trajes regionales, nuestra cultura de calle, 
carece de interés salvo para nosotros mismos.
Estoy
 harto del desprecio a los andaluces, cuando no consta que nuestros 
compatriotas del sur recurran a las sardanas para amenizar sus fiestas, 
como nosotros recurrimos a su folclore para amenizar las nuestras.
Estoy
 harto de que nos creamos el ombligo del mundo cuando no tenemos un solo
 símbolo cultural e identitario por el que se nos reconozca fuera de 
España.
Estoy harto de los curas y obispos que respaldan en las homilías a los que ayer quemaban sus templos.
Estoy
 harto de que las familias y los amigos no podamos reunirnos 
civilizadamente sin que las diferencias políticas marquen el desarrollo 
de la velada.
Estoy harto del fanatismo de 
miles de catalanes, que interpreten como una victoria lo que no ha sido 
sino una gran derrota, que se dejen engañar como niños, que consideren 
héroes a los representantes de la casta más ladrona y corrupta de 
España.
Estoy harto del escaso valor que tiene 
la palabra dada en Cataluña, de que hayamos acabado con el seny, de que 
la desmemoria nos impida reconocer nuestras complicidades históricas con
 esclavistas, terroristas y oligarcas usureros, del cobarde victimismo 
del separatismo, de que media Cataluña odie a la otra media, de que 
nuestra adhesión a España haya dependido siempre del dinero recibido. 
Estoy harto de los empresarios catalanes que ayudaron a Franco a ganar 
la guerra y que luego se alinearon con el separatismo. Estoy harto de 
que el voto de la Cataluña rancia valga el triple que el de un 
barcelonés.
También estoy harto de que pocos 
catalanes se enfrenten a la realidad de una región que, antes de 50 
años, será mayoritariamente musulmana.
Sí, 
estoy terriblemente harto de lo que muchos catalanes están haciendo. 
Estoy profundamente avergonzado de ser catalán y muy harto de vivir en 
Cataluña.
Lo lamento por mis hijas. Lamento que
 se vayan a encontrar con una Cataluña mucho peor que la que nosotros 
heredamos. Gracias a Dios que aún nos queda el resto de España para 
liberarnos de este infierno, del que estoy cada día más harto.
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